Cursillos para mí fue:

- Un “despertar” hacia mi interior, a mi vida espiritual.
- Un “encuentro” con la Amistad auténtica, la que nace del corazón.
- Un “profundizar e intimar” en mi relación con Dios y con Jesucristo.
- Un “descubrir” al Espíritu Santo, un gran desconocido para mí.
- Un “aprender” a disfrutar el placer de la oración.

En Son Fe descubrí que no sólo había estado sola hasta este momento, sin nadie con quien compartir, sino que lo más triste es que ni siquiera tenía una vida espiritual que compartir con nadie.

Encontré la Amistad que siempre había soñado, esa amistad que te acompaña, que te escucha con respeto y sin juzgar, con la que poder compartir lo más íntimo de uno mismo.

Aprendí a perder el “miedo” que me inspiraba el Dios juez y castigador que conocí en mi catequesis infantil, y a descubrir a Dios como Padre bueno que me ama como soy y como estoy en cada momento, y que, por Su Amor, entregó a Su Hijo, para que nos abriera el camino, nos enseñara la luz y guiara nuestro caminar.

Descubrí al Señor Jesús, que siempre me acompaña, y al que no tengo que buscar en ninguna parte, porque vive en mi corazón y lo siento tan vivo, tan cercano, puedo sentir tan intensamente Su Amor que ilumina la oscuridad de mi alma y cuanto más le siento, más le quiero, y cuanto más le quiero, más quiero quererle, y todo esto, gracias a su Espíritu, que habita en nosotros.

Descubrí su eterna Misericordia, ya que, a pesar de mis errores y limitaciones, por muchas veces que tropiece en el camino, siempre encuentro su mano tendida dispuesto a ayudar a levantarme.

Aprendí que la oración es algo más que recitar oraciones. Es un encuentro personal, un abrirle mi alma al Señor, un diálogo íntimo con Él, que siempre me escucha y me habla aunque no pueda oír su voz, lo hace a través de las palabras de otra persona, una frase de un libro… para mí es una inmensa alegría descubrirlo en las pequeñas cosas cotidianas, en las maravillas de la naturaleza, o en el rostro de la gente. Y la oración siempre consigue calmar mis inquietudes, me da una paz interior y una serenidad que jamás hubiera podido imaginar.

Otra riqueza que descubrí en Cursillos fue el Sagrario y para mí, el de Son Fe es muy especial, por ser el primero y por todo lo que sentí ante él.

Cuando estoy frente al Sagrario, siento mi alma estremecerse, es tanta la energía que de él brota, que a medida que pasan los minutos de silencio y oración, siento que va creciendo paulatinamente el amor del Señor en mí, hasta quedar completamente inundado mi corazón de Su maravilloso amor. Es un amor que lava, cura, que purifica poco a poco mi alma, que va suavizando la oscuridad de mi interior hasta permitir que pueda reflejar Su luz.

Y todos estos sentimientos me hacen pensar que si siendo pecadora, como soy, El Señor consigue que crezca mi amor, que mi alma se serene, me embargue una gran paz interior y sienta el cálido abrazo de Su Amor ¡Qué maravillas no obraría en mí si yo consiguiera ser mejor persona, más humana!

¡Su Gracia sería como poder gozar de un pedacito de Cielo en la tierra!

Soy consciente de que me queda mucho, muchísimo por aprender y que necesito mejorar muchos detalles en mí para poder mejorar como persona y como cristiana. Pero ahora sé el camino que tengo que seguir, el que me conviene, el que me ayuda, y ya que no soy brillante, intento ser constante en mi caminar y así conseguir ir avanzando paso a paso.

Y es que gracias a todo lo que he descubierto en mi Cursillo, en la Ultreya, en mis compañeras de Reunión de Grupo, por las que me siento cada día más amada, más unida y nuestras reuniones las considero un constante regalo del Señor, gracias a todo ello, he podido ver la “Luz” del Amor de Dios y una vez vista la “luz” es imposible no reaccionar.

He descubierto que mi ideal, es seguir el camino que el Señor traza para cada uno de nosotros, por el que debo caminar sin miedo a las tormentas y a los abismos que tendré que cruzar, porque sé que el Señor me ampara y confío en Él, que siempre hace salir el sol después de la tormenta, por dura que ésta pueda parecer, y creo que de todo, lo bueno y lo malo que me depara la vida, puedo sacar una lección y aprender de mis errores y que éstos me sirvan para crecer y hacerme cada día más digna de Su Amor.

El hecho de encontrar mi ideal, de creer, amar y esperar en el Señor y poder vivir esa AMISTAD en mayúsculas hace que me llene de alegría, que pueda sentir la felicidad largamente anhelada, y por todo ello siento la necesidad de agradecer cada día al Señor por su Amor, su Misericordia y su gran Generosidad.

Por esto, estoy plenamente convencida de que no quiero perder esa “luz” que se ha vuelto imprescindible para mí, así que le pido al Señor que me ayude a reflejar su “luz” en los demás y así, cada día puedan ser más los que como yo, sientan su alma De Colores.