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4/MAR/2025
Vita
Questo articolo presenta l’intervento "Vita" di Antonio Pérez Ramos durante le Prime Conversazioni di Cala Figuera. Esplora la Grazia come fondamento del Movimento dei Cursillos, evidenziando il suo legame con la vita cristiana e la sua capacità trasformante nella fede e negli ambienti.

Pista de despegue

• Lo cristiano es la convergencia de lo vital con lo sensato.
• El cansancio de los buenos provoca la repetición constante de actos impersonales de bondad.
• La vida es una apuesta, no una respuesta.
• La vida es un reto constante a la verdad de uno mismo.
• La mejor forma de rendir culto a Dios es, simplemente, siendo feliz.
• Todo se estrella frente a una vida sin sentido -la moralidad, la ejemplaridad y la religiosidad-. Y todo queda centrado, orbitado y dinamizado por la persona cuya vida tiene sentido.
• Sólo atrae un Cristo vivo, normal y cercano.
• Cristo es un modelo que modela; el camino que nos va encaminando; la verdad que nos libera de nuestros complejos y prejuicios y el motivo que continuamente nos dinamiza la vida.

1. Introducción

Me imagino que la intención del Coordinador de estas Primeras Conversaciones de Cala Figuera, al confiarme la Ponencia titulada VIDA, lo ha hecho en atención a mi condición de sacerdote, uno de los muchos que han tenido la gran suerte de conocer, participar y vivir la experiencia singular de Cursillos, llamado no precisamente a la hora de prima, sino a la de sexta, aunque eso si, en la tierra de su nacimiento y en contacto directo y fraternal con sus iniciadores.

Como ven, he aceptado la invitación, que agradezco; pero quiero dejar sentado que me limitaré, en cuanto al método y al estilo a utilizar, a los parámetros de la etimología misma del verbo «conversar»: Esto es, a hablar familiar, sencilla y cordialmente, huyendo de todo lo que se academicismo, y esto con un auditorio y con unos amigos que comparten conmigo unos mismos ideales, se mueven por unos mismos criterios y cultivan unos mismos valores.

En cuanto al tono, una vez más me afanaré en poner fuerza y pasión en lo que digo, entusiasmo recobrado y urgencia, la del amor que imponen las cosas del Señor; añadiéndole, como contrapunto, por mi oficio de presbítero (hombre mayor), una nota de serenidad, la que dan los años, y el marchamo del servicio pastoral en que se insertan y que marcan los Cursillos.

Pero sobre todo intentaré mi empeño con el alma de rodillas, lo que querrá decir con humildad. Lo merece el Misterio de Cristo en que se inscribe el tema de la Gracia; punto central en la doctrina eclesial y eje en el Movimiento de Cursillos. Y lo reclama, además, nuestra articulación común en el Cuerpo Místico.

De ahí que sólo pretendo, en esta charla, ser una especie de salmista acompañante de los que, como vosotros, hacen camino hacia Aquel que es el Camino; ejercer de tutor de los que pertenecen a la Escuela del único Maestro de la Verdad; y presentarme, a modo de asistente asociado, en virtud del sacramento del Orden, a contaros las maravillas que se perciben en la distribución milagrosa de la Vida que fluye del Corazón de Dios.

2. Magisterio y ministerio de la Gracia

Cabalmente, nuestra condición sacerdotal es el título que nos legitima en la Iglesia -y en Cursillos, que es una obra de Iglesia- para el magisterio y el ministerio de la GRACIA o de la VIDA SOBRENATURAL, que es, obviamente, lo que en este contexto cursillista significa VIDA, sin más.

Y en esa doble vertiente, por el magisterio debemos «llevar a las conciencias la palabra de Cristo y hacer que las penetre y conquiste (M.F. Sciacca). Hermosa, basilar, emblemática función que realizamos a través de las meditaciones y de los rollos impartidos a lo largo del Cursillo. Unos y otros encaminados a brindar a los cursillistas las verdades luminosas de la teología de la Gracia y a atraerles al conocimiento de la Persona de Cristo.

Mientras que, por la función de santificar, nuestro cometido es, como dice el Apóstol, «que se nos considere a nosotros servidores de Cristo y encargados de anunciar los secretos de Dios» (1 Cor, 4.1). Y ¿Por ventura, hay algo más secreto en ese servicio -anuncio- encargo, mediación o sacerdocio que asistir, en el halo de la vida íntima de Dios, a su trasvase a los hombres, logro conseguido por el precio de la Sangre de Cristo, a los salvados en su Nombre? O ¿Hay algo más secreto, misterioso y admirable que la de ser colaboradores en el proceso de apertura de las almas a la acción del Espíritu, Señor y Vivificador?

3. La Gracia, Base y Eje en el Cursillo y en Cursillos

Puesta la mirada en el pasado y acercándonos a las fuentes, objetivos que comporta toda conmemoración histórica, cual la presente, quizá pueda resultar oportuno y conveniente -y mucho más en el área de lo dogmático- espigar en cómo escogieron, trataron y articularon los Cursillistas de primera hora el tema de la Gracia.

Lo que equivale a decir que ésta va a ser nuestra modesta aportación a las Conversaciones; repasar, recordar, recoger y escoger lo que descubrieron otros, en su mayor parte pastores-teólogos, y darles aquí un mínimo de orden expositivo. Sin atreverme a tocar ni a corregir nada. En Cursillos -se dice- todo está inventado, y a fortiori, sus esencias.

Espigaré, pues, en los testimonios más autorizados y en los análisis más lúcidos vertidos y obrantes en la bibliografía con que contamos a lo largo de una ya larga andadura, sistematizaré contenidos y haré unas reflexiones que ofreceros. Todo a modo de homenaje a quienes se afanaron en pensar, articular, dar forma al invento de Cursillos.

En otras palabras, y entrando ya en harina: ¿Cuál es cuál ha venido siendo, en la doctrina fundante del Movimiento, el tema de la Gracia?

Responderíamos que el propio de un tema «estrella».

Oigamos, de 1957, al Obispo Hervás: «La doctrina católica establece sólidamente, de un parte, la perfecta armonía de la naturaleza y de la gracia, y de otra, la primacía de la obra de Dios y de su gracia y la necesidad de la colaboración del hombre. La Obra de Cursillos de Cristiandad se levanta sobre esta doctrina, hecha vida de sus dirigentes y transfundida a cada uno de los cursillistas. Ella es el bloque granítico sobre el que descansa todo el edificio. Los Cursillos de Cristiandad y, en general, toda su obra complementaria, se centran y fundamentan sobre esta convicción. El ordenamiento y empleo de los medios tradicionales usados por el pueblo cristiano para atraer el rocío de la gracia divina, son expresión palmaria de la persuasión íntima y profunda de que, aunque se van a movilizar los recursos humanos, todo ha de venir de lo alto. Todo esto viene a ser una actualización más intensa de las tres grandes verdades expresadas en el Credo; Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la Comunión de los Santos. Es el Cuerpo Místico en movimiento para atraer la luz y la vida de Jesucristo, su Cabeza, a impulsos del Espíritu Santo».

4. La Gracia en la Vivencia de lo Fundamental Cristiano

Cinco años más tarde, en 1962, tres de los iniciadores laicos: E. Bonnín, B. Vadell y F. Forteza, al presentar el Cursillo como comunicación jubilosa del ser cristiano, vivencia de lo fundamental cristiano, invocaban la autoridad de otro Obispo, Monseñor Pildain, para calificar su contenido como síntesis de todo dogma católico y su impacto eclesial como el pentecostés de la Acción Católica.

Al mismo tiempo, a renglón seguido, puntualizaban, en su magistral «Vertebración de ideas»: «A través del rollo de la gracia habitual hay que abrir a los cursillistas un mundo nuevo, de realidades insospechadas, desconocidas por los más y desatendidas por todos; hay que desmenuzarles claramente los efectos... que del rollo de gracia actual saquen el convencimiento de que en el Cursillo están constantemente bajo la acción de una intensa lluvia de gracias actuales, que es necesario aprovechar; así como que de su correspondencia a las mismas, depende todo lo que el Cursillo, para cada uno, está llamado a ser». Por lo demás, éstos y los restantes rollos «místicos» -agregaban- «siguen la línea clásica de la teología de la Gracia: gracia habitual: la vida divina; gracia actual: su promotor y su actualización; sacramentos: sus fuentes; obstáculos, sus enemigos; vida en gracia: sus alimentos». Y es en esa dinámica vitalista, donde la Reunión de Grupo ha de entenderse como «la vivencia experimental de dogma del Cuerpo Místico a escala reducida, a la escala de las posibilidades vitales de cada uno; cuyo origen no está en una obra humana, sino en la misma concepción cristiana de Dios como Trinidad y de la comunión de los santos».

Por último, en el epílogo del libro citado, los autores salían al paso de malentendidos: «Las ideas que mueven, mantienen y vertebran el movimiento de Cursillos de Cristiandad es difícil que sean captadas en su autenticidad por quienes, con sus prejuicios, tamizan las realidades. Los Cursillos no son solamente estas ideas, son también y principalmente unas realidades. Y cuando la idea se hace realidad se hace también objeto de controversia, porque la Verdad hecha vida compromete vitalmente. Del mismo modo que a muchos interesaría que Cristo fuera sólo la Verdad, pero no la Vida, a muchos -quizá a los mismos- satisfarían que los Cursillos fueran estas ideas, que no aquellas realidades».

5. Redimensión de la Teología de la Gracia

En 1974, con un Concilio de por medio, tras el espaldarazo de Pablo VI en la I Ultreya Mundial, y estando reciente aún la celebración del III Encuentro Mundial en Mallorca, decían quienes escribieron «Ideas fundamentales del Movimiento de Cursillos de Cristiandad», al hablar de su porqué actual: «Sin duda el Vaticano II ha hecho entrar a la Iglesia una nueva luz, de donde resulta un reenfoque en dirección a una Teología de la Gracia más bíblica, más existencial, más viva, más encarnada.

Una teología de la Esperanza, más clara y más concreta, en la que la respuesta del hombre a Dios en el diálogo de la salvación sea más viva y más responsable.

Una teología de la Salvación más inserta en la comunidad de los hombres que viven en comunidad».

6. Fórmulas que enfocan la Vivencia de lo Fundamental Cristiano

«No se intentó nunca hacer una Teología de lo fundamental -se dice- en las mentadas «Ideas Fundamentales» -refiriéndose a la esencia y finalidad- sino que se buscaban unas fórmulas aptas para dar vivencia y comunicar en tres días que, sin ser quizá todo esencial del cristiano lo contiene; centrándose voluntariamente en la proclamación global y testimonial de lo que es base, sustentación, condición y distintivo de todo lo cristiano, y que lleva a la conversión de los individuos y, por la conversión de ellos, a la transformación de los ambientes y estructuras del mundo.

Esta búsqueda de fórmulas aptas llevó a los Cursillos a enfocar la vivencia de lo fundamental cristiano de modos sucesivamente diversos, al ritmo de la Iglesia.

A veces, la visión de Cursillos de lo fundamental cristiano estuvo y está en el triple amor a Dios, a uno mismo y al prójimo.

Lo fundamental cristiano, en definitiva, es Cristo vivo en el cristiano por la gracia, que se expresa en el amor a Dios y en el amor al prójimo, porque tan sólo el vivir en gracia, amando a Dios y amando al prójimo, puede considerarse el cimiento, la raíz y el origen de todo el ser y el hacer genuinamente cristiano.

A veces, la visión de lo fundamental cristiano de Cursillos estuvo y está en el bautismo, que, con su acción transformante y configuradora, injerta al bautizado en Cristo y lo hace partícipe de su triple misión: sacerdotal, profética y real (LG 31). Lo fundamental cristiano es, pues, el bautismo en cuanto sacramento y conversión.

A veces, la visión de lo fundamental cristiano estuvo y está en vivir la gracia que, por ser participación de la vida de Dios, es siempre creadora de una nueva existencia en nosotros, algo así como una nueva existencia en nosotros y de nosotros.

A veces, la visión de lo fundamental cristiano en Cursillos estuvo y está en vivir el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

Mientras que algunos fundieron, mezclaron, interrelacionaron estos cuatro enfoques de lo fundamental cristiano. Los cuales, evidente, inevitablemente y a fin de cuentas, pasan por Cristo y por la Gracia.

Decía Romano Guardini: «El Cristianismo no es, en último término, ni una doctrina ni una verdad ni una interpretación de la vida. Es eso también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos, es decir, por su personalidad histórica».

Y Monseñor Tarancón: «El Cursillo es, ante todo, una reacción fuerte que resquebraja la capa de hielo que cubre el corazón. Quita las escamas de los ojos. Abre de par en par los oídos. Da a los hombres su condición de seres racionales y de su excelencia de hijos de Dios. Y la luz entra a raudales. La gracia irrumpe con fuerza en el alma. El amor esponja y dilata el corazón. Es entonces precisamente cuando se realiza el encuentro con Cristo. Un nuevo mundo se abre ante los ojos. La presencia de Jesús da una significación distinta y un valor nuevo a todas las cosas... Es un encuentro que constituye una verdadera revelación».

Al pasar por Cristo, el Cursillo queda envuelto en la Gracia que Él nos mereció. Y el Cursillo se asienta en el núcleo del Cristianismo, en la razón de la Encarnación del Verbo de Dios: Que vino para que tengamos Vida y Vida en abundancia ( Juan, 10,10).

Ha escrito Rhaner: «En la gracia se realiza toda conversión, todo encuentro con Dios, toda comunidad cristiana. Ella es el don del Padre que Cristo -y la Iglesia como prolongación de Cristo en la historia- ofrece a todo el mundo».

Juan Capó y Francisco Suárez, lo subrayaban, en 1972, a propósito de comentar las «Líneas básicas del Movimiento de Cursillos de Cristiandad»: Teniendo a la Gracia como eje sistematizador de la Vida cristiana, los Cursillos -decían- desde un principio le han dado la importancia y el puesto central, en su método y espiritualidad, haciéndolo postulado esencial e indiscutido.

7. La Vivencia en Sí de lo Fundamental Cristiano

Según el Padre Häring, vivencia no es un frío pensar conceptual que, manteniéndose a cierta distancia, se proponga captar algo en sus rasgos y relaciones esenciales. Las vivencias no excluyen en modo alguno el pensamiento. Son un pensamiento del corazón. Son una vibrante respuesta del sujeto ante un valor.

Y el Cardenal Danielou: Ser cristiano es esencialmente una forma de vida y no fundamentalmente una filosofía. Ser cristiano es vivir una vida divina; poseer la gracia en nuestra alma y disfrutar de la familiaridad de Dios. Y esto si que es una novedad absoluta. Por la gracia la vida adquiere una profundidad nueva.

Por eso la vivencia que el Cursillo busca no es la vivencia psicológica -aunque tampoco la excluye, sin darle importancia decisiva- sino la vivencia espiritual en la unión de nuestro espíritu con el Espíritu Santo (Rom. 8, 14-17).

Es por lo que Cursillos se han presentado siempre como vivenciales; pretenden la experiencia personal de la realidad del Evangelio vivido; el encuentro personal con un Dios vivo, en el que sea respuesta del amor a un requerimiento personal que compromete; y donde la oración se convierta en el diálogo personal con un Amigo.

Un Cursillo es esencialmente hacer vivir el cristianismo, vivir la experiencia personal de la grandiosidad de la gracia a presión, consciente y creciente; recibida, en libertad, de la gratuidad de Dios; transmitida en la comunión maravillosa del Cuerpo Místico, donde la acción santificante del Espíritu es «forzada» por los mejores, con la palanca de la oración y del sacrificio.

8. Vida en Gracia y Apostolado

Entonces la acción de Dios en cada uno por la gracia, por sí misma se hace apostólica, según aquello de San Juan Crisóstomo: Es más fácil que el sol deje de alumbrar y calentar que el cristianismo deje de ser una antorcha. Y la antorcha del cristiano no puede estar oculta.

En efecto, toda la historia y toda la literatura cursillista son un testimonio único de que el apostolado pertenece a la esencia de Cursillos. Por eso se ha dicho que la vida de gracia, con su consecuencia el apostolado, es la esencia del cristianismo y, por eso la esencia de nuestro Movimiento.

El cursillista que captó bien el rollo de la Gracia santificante como la proclamación jubilosa del amor de Dios y de su deseo de comunicarse al hombre; y que, dejándose seducir e invadir por el Señor, ha entendido y tomado plena conciencia de que la Gracia es su ser cristiano, no puede menos de proclamar, como la samaritana, haberse encontrado con lo mejor en su vida, con la Vida misma; o como María Magdalena, siente el deseo irrefrenable de anunciar a los hermanos haber visto al Señor resucitado, glorioso, vivo, cercano; o como los discípulos de Emmaús, salta el gozo por haber entrado, sorpresivamente, en contacto con Alguien que se le hizo en encontradizo, se metió en su vida, le habló al corazón y le hizo entender que Cristo es la definitiva salvación y la única esperanza.

Es que quien ha descubierto, por la fe, el Amor, la Alegría y la Esperanza, en el lugar privilegiado y en el tiempo de gracia o «kairós» de un Cursillo, propiciados, lugar y tiempo de providencia, por el cariño y el calor entre hermanos y cerca de la lámpara de un Sagrario, no puede menos de comunicar lo así singularmente impactado, por doquier. La Gracia es expansiva, contagiosa, creadora, ilusionante; más que la luz, que el fuego y que el aire. Porque la Gracia es Dios que se nos da, inmenso, creador, el todo de nuestra existencia.

Quien ha comprendido la autodonación de Dios, desde la eternidad, la elección sin mérito alguno, la iniciativa de Quien nos amo primero (1Juan, 7,10), ese ha dado con lo nuclear de lo fundamental cristiano, que no es otra cosa que la explicitación de la Gracia, con su gratuidad y belleza, con su interioridad y permanencia; ese ha dado con lo que es el sentido de la vida; y ese no puede menos de ser vocero de la gran realidad y del acontecimiento más memorable del hombre. «A los que recibieron -dice San Juan- los hizo capaces de ser hijos de Dios (Juan 1, 12). «Y de su plenitud todos nosotros recibimos (Juan,1, 16).

El cobrar conciencia de esa grandeza y de esa responsabilidad es lo que nos hace estar alegres y jubilosos, y lo que nos impulsa a anunciar con entusiasmo y generosidad lo que gratuitamente se nos anunció a nosotros: Cristo vive, nos ama, nos ha salvado.

Y no solamente nos sentimos impulsados a la transmisión por el boca a boca y el uno por uno, sino a irradiar de Evangelio los ambientes que frecuentamos o en que nos movemos.

A proporción directa con el caldeamiento interior, el cursillistas individual o en grupo, irá entonces a su Jerusalén, impelido por la caridad de Cristo (2 Cor.5,14), y tratará de ser fiel testigo del mensaje recibido en la última meditación del Cursillo.

9. Cursillos y Vitalidad de las Estructuras Eclesiales

Por vitalidad, de acuerdo con el diccionario, se significa la calidad de tener vida, así como la actividad o eficacia de las facultades vitales.

La vieja cuestión de la instrumentalidad o funcionalidad apostólica, y hasta misionera, de Cursillos, obra nacida en el seno de la Acción Católica; o, por contra, de su autonomía o autosuficiencia respecto de ésta y de otros grupos de apostolado organizado y en particular de las parroquias, en el terreno práctico parece no estar resuelta.

Nos fijaremos sólo en lo que afecta al elemento nuclear de la Gracia. Pues bien, ésta, vivida como el primer valor, como el ideal supremo, con empuje e ilusión, se mostró ya inicialmente como motor determinante y capaz de lanzar a los cursillistas a la conquista de los hermanos, de los ambientes, de la sociedad. Con lo que pronto se contribuyó a convertir el Movimiento en instrumento de renovación cristiana.

Sin embargo, como muy bien puntualizará en 1981 «el Manifiesto relativo a los Cursillos de Cristiandad, realidad aún no realizada», es un hecho incuestionable que a lo largo de toda la historia del Movimiento de Cursillos, han existido siempre dos maneras de entenderlo y consecuentemente, también dos maneras de encauzarlo y orientarlo hacia su finalidad.

Unos creen que es tan sólo para dar vitalidad a las estructuras y organizaciones ya existentes, haciendo lo mismo de siempre pero con mejor espíritu. Mientras que otros creen que se le da espacio para que viva, en su estructura básica y mínima de reunión de Grupo, Ultreya y Escuela, puede llevar, por misma dinámica, la buena noticia del Evangelio hasta los últimos recovecos del existir humano, individual, familiar y social. Lo específico del Movimiento es poner al alcance del hombre concreto lo fundamental cristiano. Lograr que la libertad del hombre se encuentre con el Espíritu de Dios. Lo cual desbordará siempre toda programación y chocará con toda tentación fácil de encuadrar y encasillar algo tan fluido y espontáneo como el encuentro de las personas con el Evangelio de Cristo.

10. Gracia y Nueva Evangelización

Juan Pablo II ha señalado, el 9 de mayo de 1988, que una de las cualidades de la NE es que sea nueva en su ardor. En ello -qué duda cabe- hay un punto de conexión con la obra de Cursillos, en cuanto que la Gracia es deseo o anhelo de santidad que brota de la unión radical con Cristo, el único que tiene palabras de vida eterna (Jn. 6,69), el que es el Pan Vivo, bajado el cielo para la Vida del mundo (Jn. 6, 58-61).

Algo entrañable, insisto en la verdad misma del hombre, pues, según la Revelación, cada uno ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1,27), y ha sido llamado a participar de la vida divina y a realizar su plan de salvación (1 Tim. 2, 4; GS, 22). Algo como para pasmarse, cuando la teología enseña que la naturaleza divina, mediante la persona del Verbo, se unió a la naturaleza humana; y que la humanidad de Jesús pertenece al propio Dios, y que, por tanto, a la naturaleza humana le es posible convivir y estar unida radicalmente a la divinidad.

Evangelizar al mundo con ardor es una verdad de nuestro patrimonio doctrinal, eclesial y cursillista, de las más queridas. Y evangelizar sin acepción de personas -Cursillos nunca ha sido clasista- pues somos conscientes de que todos los hombres tenemos un mismo Padre: Dios (Mt. 23,9). Y que el hombre, al encontrar a otro hombre, debe aceptarlo y quererlo como hermano.

Cursillos lleva cincuenta años evangelizando, desde el amor y en la más sentida solidaridad del Cuerpo Místico, conscientes de que todos somos solidarios unos con otros (Gen. 4,9; 2 Cor. 11,28) y de que la solidaridad -otro hermoso nombre de la caridad operativa- es una virtud cristiana que reviste las dimensiones de la gratuidad, del perdón y de la reconciliación (GS,24).

Sabemos, asimismo, desde la óptica de la Gracia, que el prójimo es la imagen del Padre, rescatado por Cristo y puesto bajo la acción del Espíritu; que el más pequeño es el mismo Cristo (Mt.25, 40 y 45); y que hemos de dar y darnos, porque de la plenitud de Cristo todos hemos recibido, ante todo un amor que corresponde a su amor (1 Jn. 3,16).

Decía Tertuliano que el cristiano es otro Cristo. Y decimos nosotros, en el rollo de Gracia habitual, como un eco de aquél, recogido en la mejor teología, que el hombre es sacramento de Cristo, al modo como Cristo es sacramento del Padre. Y que un cristiano, consciente de esa grandeza, de esa vocación y de esa misión de santidad, es capaz de hacer nueva la humanidad, de encarnar el Evangelio, de recristianizar en, con y por Cristo, el mundo entero.

11. El Sentido de la Vida lo Marca Jesús

Esto en el Evangelio aparece con toda claridad. Es Jesús mismo, su persona, quien se convierte en el norte de la vida de sus discípulos. A su invitación de seguirle lo dejan todo y se van detrás de Él (Mt.4,20).

Es el seguimiento: fiarse de Jesús, en la vida y en la muerte, y como consecuencia, ponerse en camino para ir con Él y como Él dejando todas las otras cosas. Es la consiguiente adhesión a Él.

Encierra pues, el seguimiento un doble componente: el de la confianza en Cristo, en su Proyecto y en su Fuerza personal; y un componente de identificación con Él, en la vida-amor y en la tarea. Es decir, co-realizar la vida con Él; ligar la propia suerte a la suya, vincular la existencia, su sentido, su actividad, su futuro, a la suya. La vida, pues, se conforma a Él, se identifica con Él, cobra sentido con Él.

Lo que vale -dice Joaquín Herrera- lo que importa es el sentido que doy a los hechos que me ocurren. Este sentido es capaz de transformarlos en nuevas actitudes en el proyecto de hacernos personas. El ser humano es un hacerse. Nadie está hecho y todos nos estamos haciendo. En Cristo y por su Gracia, por el Bautismo y la acción del Espíritu hemos sido hechos nuevas criaturas, hombres nuevos, nos hemos revestido de Cristo, hemos resucitado de la muerte a la Vida, que es Él, y, como dice Pablo, hemos de buscar las cosas de Cristo, y tratar de saborear ya en, en nuestra vida escondida en Dios, como en anticipo, lo que esta arriba, lo que nos eleva, la que nos hace superarnos a nosotros mismos, hasta que aparezca Cristo, vida nuestra. Y entonces también nosotros apareceremos juntamente con Él, en gloria (Col. 3, 1-4).

12. Programa de Vida

Me voy a permitir, como broche y resumen de esta charla, reproducir una bellísima e inspirada oración de Pablo VI, de abril de 1955, titulada precisamente de esta manera:

Tú, Cristo eres la vida, eres la luz, eres el amor.

Tú, Cristo, eres en verdad, el que das a la vida el verdadero sentido, el verdadero valor, el verdadero destino, al que nuestra vida se endereza.

Eres Tú quien nos enseña por qué vivimos, por qué sufrimos, por qué morimos. Eres Tú quien guía nuestro pensamiento y nuestra voluntad por las sendas del bien.

Eres Tú quien da a nuestras costumbres, a nuestros modos de interpretar la existencia, la forma grande, auténtica y sobrehumana.

Tú sólo das los medios, la fuerza, la capacidad de ser buenos, de tener carácter, de sacrificarse por algo por lo que vale la pena gastarse.

Tú eres el que descubre el secreto de la vida.

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