Ser claro y sincero, leí no sé dónde, no consiste en hacer visible el aire, sino en que las cosas se vean claras dentro del agua en el fondo del vaso. El aire no se ve, no ilumina, pero deja pasar la luz y que la luz nos ilumine y deja que la luz se pose sobre las cosas para que las veamos con su colorido. Por esto decir “de colores” es lo mismo que decir “con aire y donaire” porque sin el aire ni vivimos para ver ni vemos para vivir de colores.

El aire de la oración es la sustancia misma del amor y la única manera de vivir cotidianamente la convicción, la alegría y la fiesta de saber que Dios nos ama y que Jesús es nuestro amigo, vivo, normal y cercano en nuestra vida de cada día, y respirar constantemente el aire de la plegaria es la circunstancia de transparencia del aire donde se ven las cosas. La beatería es una rarefacción del aire de la oración contaminado por la falta de confianza en Dios, no es transparente, ni es atractiva. La oración verdadera, como el aire, no se ve, pero deja ver, tiene la transparencia del aire, que es la transparencia del amor, porque la oración confiada –que es la oración verdadera- es el diálogo íntimo con la persona amada, con la persona en que confiamos plenamente, un diálogo que no se ve pero que se comparte en la alegría de nuestras vidas, en la caridad alegre con los demás que nace del Amor de Dios, del saberse amados por él y de amarle en el clima y la presencia mutua permanente del mutuo afecto de la oración.

Ahora se habla de la Ley de Transparencia. El magisterio paulino, que contrapone a la ley la gracia y que antepone y sobrepone ésta a aquella, nos previene que el término Ley de Transparencia es una contradicción en los términos y, en consecuencia, un proyecto incongruente abocado al fracaso. La ley no es transparente, la ley como mucho puede ser elocuente, pero sólo cuando se entiende desde la gracia, porque si no, es violencia muda.

Es el Amor el que es transparente. En el Amor vemos todas las cosas y la luz que el Amor deja pasar y hace que esa luz pueda irradiar en las cosas, nos permite ver todas las cosas con claridad y de colores. Es en la transparencia del Amor en que es verdad que la vida y las cosas son de colores. Por esto es bonito que digamos y que cantemos de colores, es la manera mediante la cual compartimos la ilusión y la alegría de percibir las cosas y las personas con todo su colorido, porque las vemos desde la perspectiva del Amor primero de Dios a nosotros y compartiendo con los demás ese Amor desde el que vemos y dentro del que vemos la vida, las personas y las cosas de colores todo este colorido reverbera en más colorido, en una fiesta de colores y de colorido, que es cada Ultreya y cada reunión de grupo.

La transparencia del Amor es la atmósfera natural de los Cursillos de Cristiandad, el aire que respiramos de modo compartido, el aire en el que vemos las cosas de colores, el aire que deja pasar la luz del Amor y deja visible lo mejor de las personas, que es precisamente el ser amadas por Dios. Es por esto que decimos que la ultreya es la circunstancia en la que lo mejor de cada persona llega a los más y por lo que podemos añadir que Cursillos es la pedagogía para hacer de la vida la circunstancia, la ocasión y la oportunidad en que cada persona dé lo mejor de sí mismo y en que lo mejor de cada persona llega a los más, en un proceso recíproco que hace visible la comunión de los santos en el arco iris de la fraternidad activa de unos con otros.

La transparencia del Amor, como la salud y buen funcionamiento de la red… “de amistad” libre de virus informáticos que la enturbia y la oscurece empobreciéndola y haciéndole perder la transparencia del Amor, se mantiene transparente en la vigilia de la oración y de la amistad, en la vivencia fiel de la hoja de servicio y en el seguimiento constante –con disposición generosa del propio tiempo- de la ultreya y la reunión de grupo, porque la oración –el contacto con Dios- y el contacto con los hermanos es la garantía de mantener, como dijimos, las aguas del río incontaminadas y limpias, porque estas se mantienen así si la fuente, el manantial, nunca deja de brotar, para que siempre haya alegría en las marismas del Guadalquivir porque siempre brota la fuente en la Sierra de Cazorla.

La falta de limpidez de las aguas y de transparencia de los aires –los virus informáticos de la red de amistad con Dios y con los hermanos- se llaman “egos” –el egoísmo, el egocentrismo, la egolatría- y si bien estos virus tienen su especificidad, son organismos microscópicos que pueden causar grandes estragos en nuestra vida cristiana, haciendo desaparecer en primer lugar la alegría, lo cierto es que la causa de todo es el abandono de la hoja de servicio y del contacto con los hermanos en la ultreya y en la reunión de grupo, en el bien entendido que esto no tiene por qué significar que vayamos a la ultreya, aunque acudir es la mejor manera de mantener vivo el contacto, porque el que no puede ir pero aviva el fuego del Amor y puede disponer de reunión de grupo, sigue en contacto.

La presencia de los virus que empañan la red de amistad es consecuencia del debilitamiento de la transparencia del amor y de la pureza de las aguas, por falta del ejercicio respiratorio de la oración y por no acudir al baño de amistad de la ultreya y la reunión de grupo, sacramentum amicitiae, fiesta de la amistad. El virus del egoísmo aísla y debilita, el virus del egocentrismo falsifica y enturbia, el virus de la egolatría destruye y separa, hasta romperse la comunión, esa comunión de los santos de los que Cursillos de Cristiandad es expresión particularmente enérgica y eficaz.

Pero estos virus no hubieran anidado si hubiéramos respirado por la oración y purificado las aguas por el contacto permanente con la fuente y con los hermanos. Siempre brotan en nuestro ser y siempre sucumben porque el aire que respiramos de la oración es para ellos una sustancia letal que los ahoga y las aguas renovadas de nuestro permanente estar en contacto con la fuente y el permanente brotar del manantial de la gracia en nuestros corazones ahoga y extermina estos virus constantemente, pero cuando remite la intensidad de la respiración y la asiduidad de la renovación de las aguas, entonces la transparencia del amor se enturbia y entramos en la triste opacidad o la opaca tristeza de la tibieza, lo que coloquialmente llamamos en Cursillos estado de recaída completa en la “pardalería”. No caigamos en la pardalería, que siempre podemos decir con una sonrisa y con la mirada limpia: “¡De colores!”.