“Si vivo no cejaré en este empeño; si muero, encargo a los jóvenes de Acción Católica que recojan mi sangre y la hagan fecunda”.
Así, con estas ardorosas palabras que saben a milicia y a mística, a fragor de batalla y a serenidad de claustro, sintetizaron la única trayectoria de sus anhelos eternos, y el móvil del sacrificio heroico de sus vidas siete mil mártires de la Juventud de A. C., en la Cruzada Nacional.
El Señor aceptó su sangre generosa para con ella fecundar la Santa Iglesia de Dios. Y al irse los mejores, nos dejaron en nuestras manos la empresa de peregrinar y hacer peregrinar a la juventud de España, de Hispanoamérica y del mundo entero hacia la Santa Ciudad de Compostela, en gracia de Dios.
Son los Adelantados de nuestra empresa. Los que forjaron la historia de nuestra Obra y los que le dieron el temple cristiano y peregrinante.
El recuerdo de aquellos hermanos nuestros que, en número de más de 7.000, se dejaron matar por el mismo ideal que nosotros sustentamos, produce en nuestras almas, además del escalofrío de lo sublime, un santo impulso a fomentar aquello por lo que ellos supieron morir.
Las palabras de nuestros Mártires tienen para nosotros la equivalencia del sentido de sus vidas.
“Para Santiago” —decía Antonio Rivera— que santo y con su vida no desmintió jamás aquella santa consigna y al morir quedó su consigna engrandecida y abrillantada por el hecho de su martirio.
Manolo de Llanos murió perdonando al miliciano que le clavó de un culatazo, el Crucifijo de Propagandista en la garganta.
Y así, hasta siete mil. En estos días, en que con la vehemencia ilusionada, con que se llevan a cabo los deseos largamente contenidos, estamos ultimando los preparativos para marchar hacia Compostela los peregrinos de Santiago pedimos al Señor que estuvo presente en sus almas con toda la fuerza de un ideal profundamente sentido, que no seamos indignos de los Hermanos Mayores. Así, con mayúsculas.
Somos usufructuarios de los méritos de nuestros siete mil mejores. Llevamos las manos ungidas por su sangre martirial. Siete mil vidas en el cielo alumbran el suelo que lleva a Compostela.
¿Apostatar? ¿Cruzarse de brazos? ¿Vivir en simple apatía? ¿Traición a los mártires hermanos? ¡Traición vil!
¡Llegaremos! ¡Vaya si llegaremos! Sólo Dios puede detener nuestro camino y Dios lo quiere. ¡El mundo lo necesita. Y España lo espera.
Frente al altar de la Catedral Compostelana depositaremos, a la hora de la ofrenda sus urnas simbólicas de los 7.000, y en ellos y con ellos ofrendaremos CIEN MIL vidas en flor, para que Cristo no muera ya más en las almas de los jóvenes hermanos de la Hispanidad.
NOTA. — Hoy, a las 8 de la noche, en la iglesia de San Miguel, tendrá lugar la “Hora Apostólica” a la 10ª emisión extraordinaria por Radio Mallorca.