El Estudio del Ambiente

Hubo un acontecimiento marcó profundamente la vida de Eduardo y la del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. El Espíritu Santo soplaba:

El Papa Pío XII el 6 de febrero de 1940 dio un discurso a los párrocos y cuaresmeros en Roma en el que les impulsaba a buscar caminos nuevos, diferentes a los habituales, para conseguir que todos, pero muy especialmente los alejados, conozcan el Amor de Dios.

Llegó a las manos de Eduardo Bonnín el libro titulado “S.S Pio XII y la Acción Católica” qué incluía ese discurso en el que el Santo Padre decía:

“De este doble aspecto de su pueblo es deber del párroco formarse una rápida y ágil mirada, un cuadro claro y minuciosamente detallado..., por un lado de la población fiel y señaladamente de sus miembros más elegidos de los que pudieran sacar elementos para promover la acción católica; y por otro de los grupos que se han alejado de la práctica de la vida cristiana. También estas son ovejas pertenecientes a la parroquia, ovejas descarriadas; y también de estas y aún de ellas particularmente, sois guardianes responsables, dilectísimos hijos; y como buenos pastores no debéis esquivar trabajo ni esfuerzo para buscarlas, para ganarlas de nuevo, ni concederos reposo hasta que todas encuentren asilo, vida y alegría, en el retorno al redil de Jesucristo”.

Eduardo explicaba cuánto impactaron en él estas palabras de Pio XII y decía “esto me lo metí más que en la cabeza en el corazón, o en ambos lugares, mejor dicho, y dije hay que hacer algo”.

Esquema gráfico que elaboró Eduardo para realizar su Estudio del Ambiente.

Como consecuencia del gran impacto que tuvo en él las palabras del Santo Padre, en el año 1943 desarrolló el esquema del que surgió el rollo “Estudio del Ambiente”, que fue el primero de todos y el que originó y promovió el que se pensaran y estructuraran todos los demás, siendo el principio y origen de todo lo que vino después.

El primer Cursillo de Cristiandad de la historia

“Lo que queríamos al principio, y seguimos queriendo aún, es que la libertad del hombre se encuentre con el espíritu de Dios.

Todo giraba en torno a esta idea central y estábamos convencidos de que gran parte de su eficacia consistía en encontrar el modo para facilitar este feliz encuentro.

Y así, el primer Cursillo lo celebramos en agosto de 1944 en un chalet de Cala Figuera de Santanyí, con catorce asistentes y de acuerdo al esquema que tienen hasta nuestros días, salvo dos Rollos (el primero y el último) que se incorporaron en los años cincuenta”.

Por otra parte, Eduardo introdujo como pieza metodológica, que resultó muy relevante, la celebración del «Viacrucis» según texto del Padre Llanos, como primer acto del Retiro.

Las primeras dificultades de Bonnín para que le dejaran poner en práctica su novedoso método, se centraron en su pretensión de que un mismo sistema hubiera de servir para personas de diferentes niveles culturales y sociales, y para gentes descreídas y gentes con fe.

La polémica sobre dividir los grupos por su nivel económico, religioso y cultural seguía viva y para Eduardo ya era algo irrenunciable.

Se celebro el primer Cursillo de Cristiandad de la historia según los esquemas de Eduardo Bonnín en un «chalet» de Cala Figuera de Santanyí, en Mallorca, entre el 19 y el 23 de agosto de 1944.

El Director Espiritual de este primer Cursillo de Cristiandad de la historia fue el Reverendo D. Juan Juliá, actuando de «rector» Eduardo Bonnín y de «profesores» Jaime Riutort y José Ferragut.

Los asistentes fueron 14: Sebastián Mestre, Antonio Binimelis, Leopoldo Febrer y Bartolomé Obrador, Francisco Oliver, Salvador Escribano, Damián Bover, Antonio Mesquida, Francisco Estarellas, Antonio Obrador, Antonio Mas y tres que viven en la actualidad; Miguel Rigo, Onofre Arbona y Francisco Grimalt.

Sin duda, el Cursillo de Cala Figuera, bajo el nombre de V Cursillo de Jefes de Peregrino, fue un auténtico cursillo de cristiandad también por sus frutos de conversión personal y proyección ambiental. Y sin duda, los demás dirigentes de la Acción Católica diocesana pensaron que era simplemente un nuevo Cursillo de Jefes de Peregrinos más corto, con una serie de innovaciones muy en línea con «las cosas de Eduardo», que en la práctica se habían revelado más eficaces que «las cosas de Madrid», y, por tanto, eran dignas de repetirse; aunque se mantuvo la polémica de si debían especializarse los Cursillos por la cultura y la religiosidad de sus asistentes, Para Bonnín, como queda dicho, la experiencia abierta e interclasista que le había supuesto su servicio militar, convertía este punto en esencialísimo e irrenunciable.

“El hombre ha de encontrarse con Cristo en el vacío de su silencio interior, y ésta es la razón de que, desde siempre la diana de nuestros esfuerzos haya sido «llegar desde la piel del hombre hasta dentro del hombre», y ahí está lo novedoso del Movimiento de Cursillos, lo que lo distingue de otras cosas que pueden ser muy buenas, pero que no son lo mismo, ni consiguen lo mismo. Ésta es su característica genuina y lo que ha posibilitado que el mensaje de Cristo llegara a los alejados por no informados, por desinformados o por mal informados.”

“Lo que hoy llamamos Cursillos de Cristiandad, fueron concebidos por un grupo de seglares, y la idea, su finalidad, su estructura y la disposición de los rollos fue seglar y sólo seglar; ahora bien, cuando éstos fueron presentados a la jerarquía, le entregamos todos los rollos, notas y apuntes. Entonces, accediendo a nuestra petición, y porque entendíamos que necesitábamos sentirnos más Iglesia, pedimos que se nombraran, como así se hizo, unos sacerdotes, gracias a los cuales (dicho sea, en honor de su gran comprensión y a la libertad con que nos dejaron actuar), pudo conseguirse que el movimiento de Cursillos tuviera una infancia feliz y sin mayores preocupaciones que las normales de un movimiento nuevo que rompía, y sigue rompiendo, muchos esquemas.”

La conversión de dos condenados a muerte

Cárcel provincial de Palma de Mallorca, 28 de Enero de 1949 (Iglesia de Los Capuchinos)

Dos jóvenes condenados a muerte vivían ese día su última noche, y lo que ocurrió demuestra que cuando una comunidad puede contar con un grupo unido y activo de cristianos dispuestos a soplar donde convenga, gente con el espíritu tenso de buenos y rápidos reflejos, son inmensas las posibilidades que tiene Dios allí, porque esas personas propagan vida de una manera decisiva e incontenible.

Una muestra de lo que esto significa es lo que sucedió en Mallorca 21 días después de haberse iniciado el Cursillo de San Honorato, el primero numerado. En esas fechas, dos jóvenes, uno de Ibiza y otro de Mallorca, habían sido sentenciados a muerte, a garrote vil, por un Consejo de Guerra, a causa de un doble asesinato cometido en el pueblo mallorquín de Montuiri.

Faltaban sólo 24 horas para la ejecución y sus almas inquietas no estaban en condiciones de presentarse al Padre de los Cielos. Es más no había muestras de arrepentimiento, ni deseos de morir en paz con Dios. El Sacerdote de la entonces Prisión Provincial de la ciudad de Palma, (hoy Iglesia de los Capuchinos), viendo que sus intentos por hacerles entrar en razón eran inútiles, se puso en contacto con Eduardo Bonnín que era en ese momento Presidente de los Jóvenes de la Acción Católica, y le pidió a ver si alguien podía ir a la cárcel a hablar con ellos, ya que ellos eran jóvenes y los presos también.

Eduardo se puso en contacto con los cursillistas de cursillos anteriores y les pidió palancas con la misión de apoyar a los dos que irían a la cárcel a entrevistarse con los presos. Muchos de estos cursillistas se pasaron toda la noche rezando el rosario por las Avenidas de Palma, ya que la ejecución estaba prevista para las seis de la mañana. Luego Eduardo llamó a Andrés Rullán, dirigente destacado y vicepresidente, y fueron los dos a la cárcel, convirtiéndose en protagonistas y testigos de excepción de aquel acto.

Los condenados eran Ribas y Trobat que cumplían su última voluntad comiéndose una paella, con revistas ligeras y acompañados de varias cajas de puros. Cuando Eduardo relataba posteriormente el detalle de los puros, mencionaba que recordaba que al entrar en el recinto donde estaban los dos condenados, se fijó que Trobat tenía hasta 16 puros medio empezados... El aspecto de los presos podría parecer despreocupado, pero en el fondo se veía que las risotadas y los chistes no les salían de dentro, sino que con ellas pretendían disimular el drama interior que estaban viviendo.

Eduardo y Andrés llegaron muertos de miedo, con el objetivo de hacerles ver la Verdad, y Eduardo, con el crucifijo dando vueltas entre sus manos, empezó a hablarles con estas inspiradas palabras:

«Sois los tíos con más suerte de este mundo. Cuando una persona es importante le salen amigos de todas partes para usar su influencia. Yo he venido aquí para pedir vuestra influencia. Estáis en una posición fenomenal con respecto a los demás, porque nadie sabe el día en el que va a morirse. Sin embargo, vosotros sí...»

Los condenados se quedaron extrañadísimos.

«Vosotros sabéis que mañana por la mañana, a primera hora, seréis ejecutados. Pensad que si una persona -cuando llega su hora- está en gracia de Dios, todo está salvado; y si no lo está, todo está perdido.

Hoy podría repetirse lo del buen ladrón que acompañaba al Señor en la Cruz. Si os ponéis en gracia de Dios, en una palabra, si os confesáis, estaréis en condiciones de repetir aquello que pasó en el Monte Calvario, – cuando el Señor dijo al buen ladrón: "hoy estarás conmigo en el Paraíso."

Se os ofrece el Cielo en bandeja y estáis haciendo el mejor negocio de vuestra vida.»

Al principio, pensaron que todo aquello era muy bonito, para ir comprendiendo que todo aquello además de bonito, era verdad. Llegada la madrugada al final se convencieron, se confesaron y se despidieron uno de otro... contentos e ilusionados, diciendo: «¡Hasta ahora en el cielo!»

A la hora de la ejecución, dijo Trobat: «Eduardo, Eduardo... dame el Crucifijo.» Y murió con el crucifijo de Eduardo en sus manos.

Uno de ellos dejó escrita esta carta para su madre:

Palma de Mallorca 12 noche del 28 enero de 1949

Queridísimos padres y hermanos del alma:

Estas líneas que escribo son las últimas que van a recibir de un hijo y hermano.

Les escribo más que con la pluma, con el corazón. Las inspira el cariño filial y deseo que las conserven todos los días de su vida.

Estoy en capilla, quiero decir: me restan unas horas para abandonar este mundo de miserias y de lágrimas, pero que Dios depara en su gran misericordia para que arregle mi alma y la prepare para una felicidad imperecedera.

Después de una vida azarosa y de ser víctima del ambiente, Dios me concede la Gracia inmensa de que reconozca mis pasadas culpas con una confesión sincera, la cual me abre de par en par las puertas del Cielo.

Sólo me resta pedirles perdonen los disgustos que les haya podido ocasionar con mis desviaciones y recomendar a mis hermanos, a quienes quiero con toda el alma, que no se aparten nunca del camino del deber, el que Vdes. queridísimos padres, nos han inculcado con los buenos consejos.

Nunca como en estos momentos les recuerdo con todo el cariño y quisiera sirvieran estas líneas que escribo en los momentos más culminantes de mi vida, para desagraviarles de todos los disgustos que les he podido ocasionar en toda mi vida; y para mis hermanos que les sirva también como recomendación que tengan presente toda su vida, para que vivan como Dios espera de sus más fieles servidores.

He llegado al final de mi carrera.

Gracias sean dadas a Dios, que me ha deparado estos momentos para subsanar mi pasada vida y morir como mueren los hombres que tienen fe.

Rodeado estoy de personas que se desviven por aliviar mi pena. Sólo la fe da alientos y energías para sobrellevar tamaña tribulación. Si quieren conocer detalles de mis últimos momentos escriban a nuestro capellán, que se llama José M.Fabián Rubio, el cual les pondrá al corriente de las últimas horas vividas en este mundo.

Tengan por seguro que yo me voy al Cielo. Allí viviremos felices por toda la eternidad.

Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.

Firmado de mi puño y letra.

Mi último pensamiento en la tierra es para Vdes. Adiós. Hasta la eternidad.

Su hijo y hermano que en el Cielo les espera.

XI Asamblea de los Jóvenes de Acción Católica, 20 de Noviembre de 1949

Prólogo

Entre el 19 y el 20 de noviembre de 1949 se celebró la XI Asamblea de los jóvenes de la Acción Católica de Mallorca y creemos oportuno compartir la intervención en ella de Eduardo Bonnín. Se trata de una Asamblea histórica, en la que se decidió el respaldar o dejar aparcados los Cursillos, que en esos momentos se celebraban bajo el nombre de Cursillos de Conquista. Así, en esta asamblea, Eduardo Bonnín, como presidente de los Jóvenes de Acción Católica, le solicita al Obispo de Mallorca Juan Hervás, su respaldo a los Cursillos ante los conflictos y ataques recibidos y generados ante la irrupción del fervor evangélico “anárquico” de los nuevos cursillistas, antes alejados de Cristo.

En ella, el obispo Hervás que es conocedor del choque producido en su diócesis entre lo novedoso del cursillo y lo conservador dominante, bendiciéndolos con las dos manos, dio entrada a los Cursillos –que años después recibieron el nombre de Cristiandad– por las puertas grandes de la iglesia.

Por otro lado, también es en esta asamblea cuando se acepta la incorporación de la reunión de grupo como elemento esencial del método en el poscursillo.

Así lo explicaba Eduardo Bonnín en el libro Aprendiz de Cristiano

“Estaba establecido que cada año se celebrara una asamblea de Acción Católica y el presidente tenía que exponer un resumen de lo hecho el año pasado y un proyecto para el futuro. A mí me tocó hacer ese informe y cité todas las actividades realizadas, pero subrayé que habían sobresalido, sobre todas esas actividades, los Cursillos de Cristiandad. En ese momento le pedí públicamente al Dr. Hervás, que se pronunciara sobre si los quería o no los quería, porque, le dije textualmente: «Si nos dice que hemos de parar, pararemos; y si nos dice que hemos de seguir, seguiremos». Y lo pregunté tres veces para que se enterara todo el mundo.

Entonces él se levantó y dijo: «Yo a los Cursillos no los bendigo con una mano, sino con las dos». La gente se entusiasmó y cuando él iba a agarrar su coche lo llevamos hasta la Casa Episcopal con el coche en andas. Cuando bajó dijo: «Esto no me ha gustado nada» y yo le contesté: «Sólo faltaría que le hubiera gustado». Entonces preguntó: “Y ahora, esto, cómo se termina”, nos abrieron las puertas y terminamos con una oración al Santísimo; éramos cerca de cuatrocientos”.

La reunión de grupo

En esta misma Asamblea se confirmó definitivamente la reunión de grupo como elemento del método:

Los grupos de amistad y sus reuniones caracterizaron el movimiento desde sus inicios, pero la reunión de grupo como método vino después, en 1949, para hacer asequible a muchos lo que antes era espontáneo.

Al proponer Eduardo Bonnín traducir a método, a través de la «reunión de grupo», la realidad hasta entonces informal de los grupos de amistad del poscursillo, y muy especialmente al pretender que este método se injertara como una pieza esencial de cursillos, D. Juan Capó y sus inmediatos colaboradores se opusieron a ello frontalmente, con el argumento central de que la propuesta constituía un solapado ataque a la dirección espiritual.

Pero básicamente Eduardo defendía los grupos porque estaba convencido de que compartir lo que se vive en un clima de amistad y no de subordinación –como en la dirección espiritual– era una necesidad vital de lo cristiano.

Resultó muy difícil que prosperase la idea de que la Reunión de Grupo no atentaba contra nada, y por supuesto no sustituía a la dirección espiritual, y que además era esencial al poscursillo; pero al fin se aceptó la propuesta, sin duda porque algunos seglares más próximos a Capó, como Andrés Rullán, apoyaron la idea.

Consecuentemente, Capó, y por tanto el Obispo, terminaron aceptando la reunión de grupo como pieza esencial del método.

La Asamblea anual de 1949, que tuvo lugar en noviembre, incluyó una ponencia sobre Grupos, que zanjó definitivamente la cuestión, incorporando la reunión de grupo semanal como elemento específico y esencial del método.

Los Cursillos son la cosecha de vuestra propia sangre

Por último, compartimos también un extracto del discurso de cierre de esta misma asamblea por parte del Obispo Hervás en la que ensalza y bendice los cursillos:

“Desde el primer momento quiero contestar a un concepto que ha flotado varias veces en esta reunión: el de los Cursillos. Amadísimos jóvenes: los bendigo y los apruebo ampliamente... (Aplausos). Y los bendigo, no con una sola sino con las dos manos. (Los asambleístas, de pie vitorean al Prelado). ¿Cómo no los había de bendecir y aprobar si son la cosecha de vuestra propia sangre, amasados con los sacrificios de vuestra generosa juventud, si dan como todos podéis ver, esplendidos frutos de santidad?

Es por la envergadura de lo sucedido que invitamos a profundizar en el discurso que Eduardo Bonnín pronunció en la XI Asamblea de los Jóvenes de Mallorca el 20 de noviembre de 1949 y que produjo la contundente respuesta del Obispo Juan Hervás que dio entrada a los Cursillos –que años después recibieron el nombre de Cristiandad– por las puertas grandes de la iglesia.

Preámbulo

En agosto de 1944 dentro de un Cursillo de Jefes de Peregrinos, Eduardo Bonnín puso en práctica sus ideas apostólicas con preferencia por “los alejados”, incluyendo a los cercanos. La plataforma base de lo que se iniciaba contó con los cimientos que sostenían el edificio. Fueron las piedras enterradas, las que no se ven, la de los presos y otros que padecían enfermedades, los que oraban por los florecientes cursillos.

Con su método y nueva finalidad se realizaron unos cinco cursillos a un promedio de uno por año hasta 1948, y se continuaron a partir de 1949, año en que se dejó el “goteo” y se realizaron veinte cursillos. Fue entonces cuando se empezaron a numerar y recién luego de unos siete u ocho cursillos, se comenzó a comprender la posibilidad de llegar con más asiduidad a los jóvenes de fuera de la Acción Católica.

La Acción Católica de aquellos tiempos era la Asociación eclesial que movilizaba casi “todo”.

Aquí compartimos en extracto lo que le pedía y ofrecía Eduardo al Obispo Hervás en la XI Asamblea:

“A los cursillos y a los Grupos —Excmo. y Rvdo. Señor— solamente les faltan una cosa; que V.E., al serle presentadas las conclusiones que sobre los mismos se han tomado, para someterlas humildemente a vuestra aprobación pastoral, reciban, con vuestra rúbrica, la aprobación de Cristo cuya legación ostentáis entre las ovejas de esta Diócesis. Si las rechazareis, no dude nadie que seguiríamos trabajando según los nuevos métodos que nos indicara, aquel que el Espíritu Santo ha puesto para regir la grey mallorquina; si las aprobareis, si aprobareis, no dude tampoco nadie, que nada habrá entonces pese a todas las críticas, a todas las murmuraciones y a todos los prejuicios, capaz de detenernos en nuestro camino, porque entonces andaremos en las sendas de aquel que nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Y, nada más, a emprender con nuevos bríos los trabajos del nuevo curso. El camino está ya trazado, pero no trillado, hemos de echarnos a andar por él con la confianza puesta en Dios y el objetivo de nuestra acción graduado al infinito.”

A continuación, el texto íntegro de discurso de Eduardo Bonnín, y seguidamente las palabras del Obispo Juan Hervás:

Discurso de Eduardo Bonnín en la XI Asamblea de Acción Católica, 1949

Xcmo. y Rvdo. Señor, Muy Ilustre Señor, Reverendos Señores, Señores Cursillistas, Jóvenes hermanos en Cristo.

Una vez más, con el favor de Dios, las oraciones de muchos, el sacrificio de no pocos y la presencia viva y activa de todos vosotros, hemos realizado, estas maniobras espirituales, esta anual movilización general de nuestra juventud, que llamamos nuestra Asamblea. Hemos orado, meditado, estudiado, hablado y discutido intensamente. Y, por todo ello, impulsado y orientado por el motivo que nos ha reunido, nos ha hecho llegar, a la elaboración de las conclusiones, de cuyo cumplimiento depende, sin duda alguna, el que nuestra Obra pueda salir adelante con la sublime misión que la Jerarquía le ha confiado: la santificación de toda la juventud. La intención que nos ha guiado en las tareas de esta Asamblea, podemos resumirla en tres palabras: reajustar, atornillar, exigir… está plenamente demostrado que ésta es la vía única para llegar a la eficacia. Sabemos muy bien, que cuanto más exigentes somos de mejor temple son los que reclutamos. Esto es una verdad, que para los miembros de los centros vivos no necesitaba demostración alguna, pero que se hacía preciso y necesario ponerla sobre el candelero, como tema central de la Asamblea, para que iluminara entendimientos y encendiera corazones.

Ya sabemos que estos procedimientos no son del gusto de todos, y la razón de ello estriba, en que, si bien hay un solo cristianismo, de hecho y prácticamente, hay dos conceptos distintos de él: el estático y el dinámico, y por tanto, dos grupos de cristianos: los que vegetan y los que militan, los que viven y los que se desviven. Para los primeros, Dios es un príncipe pacífico a quien se puede honrar con oraciones rituales, con ceremonias brillantes, y con reverencias y frases. Y la Iglesia, una sociedad benévola, encargada de velar por las buenas costumbres, que no nos exige más, que vivir en paz sin hacer ruido. Los que tal creen, no suelen pensar más que en su propia virtud. No son católicos prácticos, sino de prácticas. Y menos mal si son sinceros y no hay en ellos ningún desorden interior, que convierta en una perpetua hipocresía todas sus apariencias honradas.

Para los otros, la Iglesia, la Santa Madre Iglesia, es la que tiene la altísima misión de hacer llegar a todos los hombres los beneficios de la Redención. La Iglesia Militante, la que milita. La que necesita que todos sus miembros sean soldados siempre en activo, para realizar prácticamente en la vida de la humanidad, sus postulados. Y es que, Jesucristo, que está vivo y operante en su Iglesia, es más que un grato recuerdo y una dulce esperanza; un deber inexorable. Por eso, para un cristiano de verdad, no pueden existir motivos válidos para dispensarse del trabajar, y del batallar, apostólicos.

Los primeros, reducen su tarea a la medida de su ánimo, y los segundos procuran dilatar sus energías, hasta conseguir traspasar la línea de los preceptos para estar más seguros del valor de sus actos.

Cuando el mismo Vicario de Cristo ha dicho: “Ningún cristiano tiene derecho a dar señales de estar cansado”; y, “Que a nadie se le podía perdonar que ante la lucha se quedara con los brazos cruzados y temblándole las piernas”, no hay porqué dudar sobre el camino a seguir, ni sobre cuál será el concepto del cristianismo verdadero. La Acción Católica, nuestra Acción Católica, tiene que ser la proyección entusiasmada y decidida de este concepto radiante y acuciante que tenemos de Cristo y de su Iglesia. Ésta es la Acción Católica verdadera, la que nos cuadra, la que el mundo necesita, la que lleva vinculadas promesas eternas. De esta Acción Católica auténtica, ha de llegar a haber un fermento vivo y activo en cada centro, para conseguir, que muy pronto lo haya en cada ambiente y en cada estamento social. Los otros, los pasivos, pueden sin dudar estar en Acción Católica, pero no serlo. Para serlo de verdad, y para lograr un avance serio hacia la consecución de que los demás lo sean, es necesario que nos demos cuenta, que no todos los que necesitamos están en nuestros centros, que muchos centros no tienen vida, y que hay que dársela, como sea para que nuestra Obra no se desmienta a sí misma. Hay que salir del cascarón, para ir a ganar para Dios y para la Obra, a todos los que por su audacia y su apasionamiento sean capaces de ser auténticos apóstoles. Algo hemos hecho el pasado año en este sentido, pero es necesario intensificar nuestra labor y aprovecharnos al máximo de estos dos medios providenciales que nos ha deparado el Señor: los Cursillos de Conquista y la Formación de Grupos.

Durante todo el curso pasado, los hechos nos han demostrado la gran eficacia de estos medios para lograr la renovación de nuestros centros, mediante la incorporación de nuevos miembros. Y estamos tan convencidos de ello, y los hemos considerado de tanta importancia, que han sido el tema central de las deliberaciones de la Asamblea, para que sean en el próximo curso, todavía más si cabe que en el pasado, la gran palanca para mover, remover y remozar todos los medios que tenemos y conocemos. No despreciamos ninguno de los otros, pero no nos cabe duda de que, con estos dos, conseguiremos afinar y poner a tono, todos los demás de que disponemos.

Los Ejercicios Espirituales, la Escuela de Dirigentes, los Retiros y Reuniones Comarcales, los Círculos de Estudio y las Reuniones de Estudio, necesitan una inyección de vida y resultarán más nutritivos para el espíritu, si se sirven con el vino del entusiasmo que puede con seguirse en unos cursillos.

Por lo que respecta a Ejercicios Espirituales hay ya una serie de tandas previstas para el curso, (la primera para el _ de).

En cuanto a la Escuela de Dirigentes, ya conocéis por “Proa” las modificaciones que ha sufrido, con el fin de adaptarla mejor a las necesidades del momento. La formación de dirigentes ha de ser una consigna muy destacada del nuevo curso. Rogamos especialmente a los de Palma, que tomen nota de ello.

Los Retiros y Reuniones Comarcales, se harán cada trimestre, con el fin de asegurar, al menos este mínimo, a los muchachos de los centros donde existan dificultades para tenerlo mensualmente.

Merecen capítulo aparte, por su ya ponderada importancia los apartados que han constituido la nota destacada de la Asamblea y la materia de las conclusiones, las cuales, juntamente con la Escuela de Dirigentes, constituyen la consigna especial para el nuevo curso.

Nuestros Cursillos de Conquista y la Formación de Grupos de Cursillistas:

Antes de hablar de los cursillos —Excmo. y Rvdo. — es necesario destacar, la ardorosa y decidida actuación que en ellos han tenido y tienen nuestros Consiliarios. Multitud de veces los hemos visto, recibiendo confidencias juveniles a las altas horas de la madrugada. Y todo, hecho sin reparar para nada en molestias ni en sacrificios, con una sonrisa complaciente y entusiasmada. Si bien hemos notado una cosa —Excmo. y Rvdo. Señor— que queremos decir aquí, pero en secreto. Ha habido algunos que nos ha costado horrores decidirlos a abandonar sus habituales tareas para tomar parte en nuestros cursillos, creyendo tal vez, que ni ellos adquirirían en los cursillos experiencia alguna, ni los cursillos podrían beneficiarse de su actuación. Y, sin embargo, ahí están, sin excepción alguna, todos los Sres. Consiliarios asistentes a cursillos que, después de haber sido la espina dorsal que sostenía nuestra obra, podrían decir a coro lo que alguno de los más ponderados Consiliarios: He vivido, tal vez, los días mejores de mi vida. Para nuestros Consiliarios, para ese heroico cuerpo de Consiliarios, yo os pido, con toda el alma, el mejor de nuestros aplausos juveniles, apasionados, apostólicos.

Nuestros Cursillos de Conquista:

Un cursillo ha de vivirse, y quien no haya estado en él, no puede formarse una idea cabal de lo que ello sea. Es cierto, que allí se dan unas ideas y se indica el lugar donde se halla la fuerza para realizarlas. Para nosotros tan sólo nos cabe decir que, a nuestro juicio, el cursillo, no es más que unas gracias acumuladas por la energía espiritual de unos, que se precipitan sobre otros, saturándolos de Espíritu Santo. A ésta acumulación de energía sobrenatural, cada uno colabora según su capacidad apostólica: unos rezan, otros se sacrifican, se requisan los sufrimientos a los enfermos conocidos, hay quien ofrece un frenazo brusco ante una frase brusca: “le hubiera roto la cara —dice con desenfado— pero le sonreí, para que el próximo cursillo, haga tanto bien a los que vayan, como me hizo a mí”, y todas estas pequeñas grandes cosas, van a parar en las manos de Dios, para bajas convertidas en gracia sobre los cursillistas. Podríamos hablar largamente de estos encuentros con Cristo, donde las almas que no le conocían apenas, son impulsadas hacia Él, con toda la fuerza impetuosa de su gracia. En aquel ambiente, se viven momentos de emoción, que van más allá de toda posible palabra. El acto de Clausura, la Hora Apostólica, la Oración del Año Santo, el rezar brazos en cruz, sintiendo el peso de las almas de todos nuestros hermanos. Allí todos los corazones vibran al ritmo universal de la Santa Iglesia de Dios. Es que todo lo que allí sucede y todo lo que allí se logra es una clamorosa invitación a alabar al Señor. Cuantas veces, hemos vivido, algo muy parecido, a aquella escena evangélica de la vuelta de los 72 discípulos. Hemos ido ante el Sagrario a decirle al Señor llenos de gozo: “Maestro! Hasta los diablos huyen”, y el Maestro, lo sabemos cierto, se ha estremecido de gozo y de ilusión, y desde su silencio expresivo nos ha dicho: “Aún mayores cosas veréis”. Frente a todo eso, cuadran muy bien las exclamaciones del Salmo: “No a nosotros Señor! No a nosotros, sino a tu nombre da toda la gloria”. Ha sido en el nombre del Señor, apoyándonos sobre su palabra, que todo ha sido bendecido por Él; y, que como en la pesca milagrosa, hemos oído el crujir de las redes, y con una confusión parecida a la de San Pedro, hemos sentido la necesidad de proclamar a los cuatro vientos nuestra indignidad.

Pero, no todo es eso. Los cursillos también tienen sus espinas. El signo de las obras de Dios, son las persecuciones. Una de las cosas más curiosas de nuestros cursillos, que nos hace vislumbrar lo mucho que deben fastidiar al diablo, son las murmuraciones, los cuentos, los líos y las tonterías, que los eternos sembradores de cizaña, van esparciendo para sofocar el buen trigo: que si lo que queremos es dejar fuera de combate a los Ejercicios de San Ignacio, que si hacemos estraperlo, que si tales resultados se deben a reacciones psíquicas, provocadas científicamente. Que, si les hipnotizamos y toda una serie de dolorosos, etc., igual de farisaicos y de mal intencionados. Y, por último, seguramente sin saberlo, y desde luego sin quererlo, se ha añadido al ya numeroso coro, uno más: un joven de Murcia que, por las buenas, ha asaltado las galeradas de “Signo”, para decirnos que los cursillos no servirían como sirven, si los cursillos, no fueran los cursillos.

A ninguno de ellos queremos refutar con argumentos dialécticos, sólo emplearíamos, la táctica del Señor, “Venid y veréis”.

Todo esto no nos asusta, sino que nos da ánimo, ello es una prueba palpable, de que caminamos por los caminos de Cristo, ya que nos cruzamos con los mismos personajes que El encontró en su camino. También a Él, le tendían lazos dialécticos y le pedían milagros. Y hasta le decían que los diablos, no huían por su poder y su gracia, sino en virtud de Belcebú. Algunas veces cuando un cursillista vuelve a su centro, lo acogen como cogió la Sinagoga al ciego de nacimiento, haciéndole mil preguntas impertinentes acerca del milagro que ha obrado en él el Señor, y claro, ellos no saben más que fueron, se lavaron y vieron, y que conocieron al Señor.

Más todo esto —repetimos— no nos asusta. Sabemos muy bien que todas las dificultades con que tropieza nuestro ardor en cada recodo del camino son permitidas por el Señor, para desvanecernos nuestras falsas virtudes.

Ellas, son la fragua donde quiere templar y purificar nuestro espíritu. Por eso, aun cuando contemplando todas esas contrariedades, y profundamente heridos por todas ellas, sintamos hasta tal punto erguirse en nuestro interior este Quijote a lo divino que llevamos dentro, que parece que nos está a veces obligando a exclamar a voz en grito, algo parecido a lo que dijeron nuestros Patronos San Juan y Santiago ante las puertas de Samaría ¡Señor! ¡Qué llueva fuego! — procuramos sentir también la brida de las palabras de Cristo, para que nuestro catolicismo a la jineta no se desboque, sino que sea conducido por su gracia, a la mayor gloria del Padre, a la mayor gloria de la Iglesia, no a la nuestra, ni a lo nuestro.

Es un hecho innegable que, gracias a Dios y a los cursillos, algunos centenares de jóvenes que antes no tenían idea de lo que pudiera ser la vida de la gracia, hoy viven en ella, y de ella. Y —naturalmente— a esto, el diablo, no nos lo perdona. ¡Pero que se fastidie! Porque no pensamos ahora ni nunca hacer las paces con él. Sin duda debe serle muy desagradable, ver aumentar el número de jóvenes que, cada mañana, antes de ir al taller, a la oficina, al estudio o al trabajo, consagran sus obras al Rey, que tienen su rato de meditación, que saben orar, que se confiesan y comulgan, encontrando de cada día más gusto espiritual a la Sagrada Comunión, y por eso la preparan más y la agradecen mejor. Poniendo los medios y no a medias, sino a fondo, como el Señor está con nosotros, lo podemos todo.

Hemos visto que el cursillo es un horno ardiente de amor a Dios que saca los quilates apostólicos de los jóvenes, y los lanza a la acción apostólica, según su reacción ante el panorama sobrenatural, que descubren sus ojos recién abiertos a la preocupación por las almas. Dicha acción apostólica, la concreta y formaliza el cursillista en lo que llamamos “Hoja de Servicios”, donde en hora serena, fija la dosis de piedad, de estudio y de acción con la cual piensa colaborar a la extensión del Reino de Jesucristo, y para asegurar su cumplimiento se constituyen lo que llamamos:

GRUPOS. – Unidad de pensamiento y de voluntad que no tiene más fin que conservar y acrecentar el entusiasmo conseguido en el cursillo. Lo integran 2, 3, 4 o 5 cursillistas (si son seis, se dividen en tres y tres). Y semanalmente, todos a todos, van pasando revista a sus compromisos, comunicándose el momento en que se han sentido más cerca de Cristo, los éxitos que el Señor ha querido tener en su Iglesia por su mediación, y los fracasos con los que ha querido probarlos, así van estimulándose unos a otros con el ejemplo mutuo y la mutua caridad, en un ambiente de fe y de entusiasmo, donde se habla de cosas espirituales con una sobrenatural naturalidad. Si alguno se enfría o despista, se le amonesta de una manera tan diplomática y tan expresiva, que casi siempre suele volver al redil.

Con los grupos son montados al fuego mismo del entusiasmo del cursillo y si, sus componentes son fieles a sus compromisos, ocurre a veces una dificultad, que es necesario conocerla para evitarla. Los recién llegados puede que tengan un nivel superior de ilusión, de entrega, de generosidad, y de entusiasmo, que no se aviene con ciertos criterios burgueses de algunas comisiones directivas que tal vez no hayan llegado a saber que el Papa, ha dicho que ha llegado la hora de la acción. Yo os recomendaría, que antes de recibir a los que vuelven de los cursillos, meditarais y aplicarais las consecuencias que se desprenden de la parábola de los obreros llamados a trabajar en la Viña del Padre de Familias, desvivíos para ayudar a los que han sido llamados en la hora undécima, acogedlos con compresión entusiasta. ¡Por Dios! no hagáis lo que hizo el hermano mayor del Hijo Pródigo. Recordad que las infidelidades de los fieles son las que más hondamente hieren el corazón del Señor. Y, recordad, también, que para que nuestra Obra tenga vida, y la tenga en abundancia, como quiere el Señor sus dirigentes han de tener un concepto claro de su alta misión, y no han de cejar, hasta que la vean realizada, esto es: nunca, ya que donde los dirigentes no se afanan para dilatar el reino de Dios, el Reino de Dios se contrae en la mente y en el corazón de los miembros que lo integran, o mejor dicho, que lo desintegran, pues en un centro nominal, no se hace Acción Católica, sino que se deshace.

A los cursillos y a los Grupos —Excmo. y Rvdo. Señor— solamente les faltan una cosa; que V.E al serle presentadas las conclusiones que sobre los mismos se han tomado, para someterlas humildemente a vuestra aprobación pastoral, reciban, con vuestra rúbrica, la aprobación de Cristo cuya legación ostentáis entre las ovejas de esta Diócesis. Si las rechazareis, no dude nadie que seguiríamos trabajando según los nuevos métodos que nos indicara, aquel que el Espíritu Santo ha puesto para regir la grey mallorquina; si las aprobareis, si aprobareis, no dude tampoco nadie, que nada habrá entonces pese a todas las críticas, a todas las murmuraciones y a todos los prejuicios, capaz de detenernos en nuestro camino, porque entonces andaremos en las sendas de aquel que nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Y, nada más, a emprender con nuevos bríos los trabajos del nuevo curso. El camino está ya trazado, pero no trillado, hemos de echarnos a andar por él con la confianza puesta en Dios y el objetivo de nuestra acción graduado al infinito.

Y, ¡Adelante! ¡Dios lo quiere! No hay que disimular nuestra falta de entusiasmo con un “piadoso” si Dios quiere. Las cosas de Acción Católica, Dios las quiere ya ciertamente, y por medio de su Vicario en la Tierra, las ha urgido repetidas veces a la cristiandad. El que tenga oídos para oír que oiga. ¡Dios lo quiere! —repetimos: Dios lo quiere—. No más actitudes pasivas. Amemos a nuestra Obra con voluntad de perfección. Dispongámonos con santa audacia a secundar la Providencia en la sublime misión que ha tenido a bien confiar a nuestro esfuerzo personal. Los objetivos indicados reclaman y exigen nuestra actividad apostólica. Si nos lanzamos a ellos decididamente, podremos dar testimonio de nuestra Obra con obras. Por el fruto daremos a conocer el árbol, y la Acción Católica, nuestra querida Acción Católica, ya no será para muchos un código abierto a toda clase de interpretaciones sino lo que es lisa y llanamente, la vida cristiana hondamente sentida, vivida y propagada.

¡Adelante! Nos espera, aunque no se dé cuenta de ello, un mundo atribulado. ¡Adelante! Dios nos ayuda y Santiago.”

Palabras del Sr.Obispo en la XI Asamblea de Acción Católica, 1949 (sintesís)

«Bendecimos los Cursillos, no con una, sino con las dos manos.
Triple consigna: Oración, Acción, Coordinación.
Dios os mira con complacencia.»

«Dignísima Presidencia. Muy queridos sacerdotes. Mis amadísimos jóvenes.»

«Mis primeras palabras en este Acto de clausura de vuestra Asamblea, han de ser de profunda gratitud a Dios nuestro Señor por tantas bendiciones como ha ido derramando sobre la Acción Católica, y por tantas cosas como le habéis ofrecido.»

Los Cursillos

«Desde el primer momento quiero contestar a un concepto que ha flotado varias veces en esta reunión: el de los Cursillos. Amadísimos jóvenes: los bendigo y los apruebo ampliamente… (Aplausos). Y los bendigo, no con una sola sino con las dos manos. (Los asambleístas, de pie vitorean al Prelado). ¿Cómo no los había de bendecir y aprobar si son la cosecha de vuestra propia sangre, amasados con los sacrificios de vuestra generosa juventud, si dan como todos podéis ver, esplendidos frutos de santidad? Se ha dicho que han tenido y tienen algunos contradictores… No olvidéis, amadísimos jóvenes, que esto es nota característica de los discípulos de Jesucristo. San Pablo nos dice: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, padecerán persecución”. Muchos hablan sin pensar el daño que hacen. Más vosotros perseverad en el servicio de Dios.

Tres cosas os pido amadísimos Jóvenes: Oración, acción y coordinación.

Si no enchufáis en la central eléctrica de la gracia, es vano cuanto hagáis. La oración es el secreto de todos los triunfos y el resorte que da eficacia a todo apostolado.

Pero además os invito a la acción, que es más necesaria que nunca en estos momentos en que tanto trabajan los enemigos de la Iglesia.

Y finalmente, os recuerdo la necesidad de la coordinación. No debéis ir solos. Es preciso que los Centros estén en íntima relación con el Consejo Diocesano.

Quiero que trabajéis con entusiasmo ardoroso, sin desalientos, pero sin perder la serenidad, sin llegar al desequilibrio. Sea vuestra acción como un caudal inmenso dentro de los cauces de un rio que vaya fecundizando los campos, no como un torrente devastador que todo lo arrastra. Trabajad con orden. Trabajad con constancia. Que vuestra vida exterior vaya en perfecta armonía con la vida interior del espíritu.

Quiero pues, haceros notar como fue el modelo de alianza y armonía de la vida interior y exterior de S. Fernando. Dice de él Menéndez y Pelayo: “La vida se desarrolló prospera y fecunda, por lo mismo que a vida interior y espiritual era tan intensa. A quien busca el Reino de Dios, todo lo demás le será dado por añadidura. No hay medio tan seguro de caminar por la tierra, como llevar puestos los ojos en el cielo… quitad el mundo a los que rezan, y habréis quitado a los que piensan, los que pelean por causa justa, y a los que saben morir.” Yo quiero deciros, como término de esta Asamblea, que seáis de los que rezan.

Yo quiero deciros, como término de esta Asamblea, que seáis de los que rezan.

¡Jóvenes rezad! ¡Jóvenes pensad! ¡Jóvenes, pelead por la causa de Dios! ¡Jóvenes, disponeos a morir, si es preciso, para dilatar el Reino de Jesucristo!

Dios os mira con complacencia.

Os lo dice vuestro Obispo en nombre de Dios, y no se equivoca.»

(Boletín PROA N° 133 Dic 49)

El legado
Un mensaje que sigue transformando vidas
Hazte socio
de la fundación
Tu apoyo es clave para continuar difundiendo el legado de Eduardo Bonnín. Al hacerte socio, contribuyes al desarrollo de proyectos que mantienen vivo su mensaje y permiten que más personas descubran la riqueza del carisma de los Cursillos de Cristiandad.
Solicita información
Nombre
Apellidos
Email
Teléfono
Comentario
Suscríbete al boletín de la Fundación
Nombre
Email
Regístrate
Disfruta de todo el contenido.
Accede a este contenido completo y descubre en profundidad el legado de Eduardo Bonnín. El registro es gratuito y solo te tomará un momento.
Has tu aporte.
Puedes colaborar con un aporte único o periódico, por el monto que tú decidas. Tu ayuda contribuye con el mantenimiento de la Fundación. ¡Estamos agradecidos!
Email
Monto (EUR)
Gracias por tu mensaje.
Ha sido recibido por la Fundación y estamos trabajando para responderte lo antes posible.
Si tienes alguna otra consulta o necesitas más información, no dudes en contactarnos.
¡Te deseamos un gran día!
Gracias por tu suscribirte.
Muy pronto comenzarás a recibir el Boletín de la Fundación Eduardo Bonnín Aguiló en tu casilla de correo.
¡Te deseamos un gran día!