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4/MAR/2025
Francisco Ramis Oliver
Como sacerdote y cursillista, reflejar 75 años del primer Cursillo de Cristiandad es emocionante. Desde joven, vi cómo el Espíritu Santo usó a Eduardo Bonnín para transformar vidas. Participé en ultreyas y cursillos que moldearon mi ministerio sacerdotal. Aunque me alejé por un tiempo, en mi jubilación he vuelto a estos encuentros, renovando mi fe y compromiso. Con gratitud a Eduardo, ruego continuar siendo instrumento de amor y gracia en el camino hacia Jesús. ¡De colores!

Me piden que haga una reflexión como sacerdote sobre estos 75 años en el aniversario del primer Cursillo de Cristiandad. Sí, lo hago como sacerdote, cursillista y, por lo mismo, miembro militante de la Iglesia, de la “Comunidad de creyentes en Jesucristo”.

El Espíritu Santo impulsó al hermano Eduardo a fomentar unos “encuentros” en donde la luz del ABBA pudiese irradiar, contagiar y transformar corazones cercanos, tibios o alejados del que es el Camino, la Verdad y la Vida. Yo tenía solamente cuatro años. Ya tenía el Espíritu que me dio el sacramento de la confirmación, pero restaba escondido en mi inconsciencia.

Fue en mi adolescencia, ya seminarista, cuando en mi pueblo de Algaida irrumpió con fuerza avasalladora el movimiento de Cursillos de los jóvenes. En la lista de nuevos cursillistas que se publicaban en Proa buscaba los nombres de “algaidins” que habían vivido el último cursillo y me alegraba enormemente su entusiasmo y su entrega. En vacaciones participaba de su entrega expresada en “horas apostólicas”, visitas al Santísimo y rosarios, que algunos rezaban brazos en cruz… Nos estaba prohibido a los seminaristas menores participar en clausuras de jóvenes… pero nacieron los cursillos de aspirantes, de los amigos adolescentes de mi pueblo, entonces sí, pude tomar la bicicleta, llegar a Santa Lucía de Mancor, participar en clausuras, dormir en el santuario y regresar por la mañana en bicicleta a mi pueblo.

No sé, sólo Dios lo sabe, lo cercanos o alejados de Jesucristo que están ahora aquellos jóvenes y adolescentes. Muchos ya gozan con el Padre para siempre. Algunos siguen su amor a Jesús y a los hermanos con la fuerza que les da la Palabra de Dios y la Comunión Eucarística viviendo semanalmente la misa dominical… otros conservan, sin lugar a dudas, aquella semilla que les llenó de alegría, esperanza e ilusión que el Espíritu Santo sembró en su corazón.

Quedó fuertemente grabada en mi corazón, nunca he podido olvidarla, aquella visita de la Virgen de Fátima que, recorriendo los pueblos de Mallorca en el 1954, llegó a Algaida desde Sant Jordi de Palma y, desoyendo opiniones superiores y cercanas, participé en las tres vigilias nocturnas organizadas por los cursillistas de Algaida para que la imagen de Santa María estuviese las 24 horas acompañada durante los tres días que permaneció en Algaida. Estos días remarcaron mi vida en el amor, entusiasmo y devoción a la Madre de Jesús, a mí y nuestra Madre. El movimiento de cursillos de cristiandad sabe, y vive desde los inicios, que el mejor camino para llegar a Jesús es el de la Virgen portadora en su seno de la Salvación: “Madre amorosa sigue ayudando a caminar hacia Jesús a tus hijos renacidos a la gracia en los cursillos”.

Pasados unos años vivimos unos tiempos difíciles y oscuros, apenas hablábamos de Cursillos de Cristiandad. ¿Dónde está el hermano Eduardo? ¿Qué ha pasado?

¿Desaparecerán del todo los cursillos de cristiandad? Como toda obra de Dios tiene sus persecuciones a pesar de sus frutos. Se publica una pastoral desconcertante. El tiempo se encarga de corregir imperfecciones del postcursillo. Los cursillos reflorecen con más vigor y entusiasmo si cabe.

Ya soy sacerdote novato y jovencito. Vicario coadjutor en San José de Manacor. Visito, para aprender, las ultreyas de los cursillistas en Ca Na Vallespina. Me captan, me dan confianza, me animan y me ayudan muchísimo en los inicios de mi ministerio. Gracias a la amistad con los cursillistas salgo de mi cascarón y de mis complejos mientras voy tomando experiencia apostólica. Nunca, nunca podré agradecer el bien que me hicieron mis muchos amigos cursillistas de Manacor, creo que es por eso que siempre los he apreciado tanto.

Creo que fue en el 1966 que participé por primera vez, como oyente, en un cursillo de cristiandad, con la suerte tan dichosa de tener como rector a Eduardo Bonnín, el cual reaparecía como instrumento del Espíritu en los cursillos que ahora hace 75 años fundó. Tanto los dirigentes como los cursillistas me impactaron de verdad. Todavía recuerdo algunas escenas y algunas confidencias como si fueran actuales. Aunque oyente no estaba de incógnito… los sacerdotes en aquel entonces íbamos con sotana.

Y con Eduardo de Rector – gran gracia de Dios- participé en el segundo y en el tercer cursillo, ya como director espiritual. Es imposible, y no sería prudente, contar las maravillas que hace el Espíritu a través de las manos de un director espiritual en un Cursillo de Cristiandad.

Unos años en el Perú y, de regreso, participé en dos cursillos más y… se acabó. Siempre amé y recordé y alabé al movimiento, pero quedé prácticamente alejado de él.

De nuevo en Manacor reintroduje la Ultreya desaparecida y, por gracia del Espíritu, todavía sigue.

Ha sido en mi jubilación que me han llamado de nuevo a participar activamente en los cursillos de cristiandad. Al ser difícil encontrar sacerdotes disponibles, me ha tocado la gracia de participar en cinco cursillos en estos dos años… Y siempre, siempre, siento la emoción de la novedad del ENCUENTRO, o tal vez del reencuentro, de personas con Jesús… es verdad que pedí ayuda a los mismos cursillistas para que me ayudaran a quitar el óxido acumulado en el trato y vivencias de cursillos y cursillistas.

Gracias, muchas gracias hermanos y amigos. Gracias Eduardo porque, entre vientos y mareas, fuiste fiel al Espíritu, ni las dificultades ni las críticas ni los intentos de manipulación dejaron huellas en tu empeño.

Desearía y ruego al Señor que me de fuerzas y ánimos para seguir al pie del cañón. Que mis manos y mis labios sigan siendo instrumentos de amor y de perdón en manos de L'AMO. Con unos cursillistas siempre amigos y hermanos, fieles y enamorados a Jesucristo que, guiados por el Espíritu Santo, se dejan impregnar del AMOR del ABBA, repartiendo amor, viviendo en gracia consciente y creciente, con gran fidelidad a la Iglesia –comunidad de creyentes- fundada y querida por Jesús y formando y fundamentando día a día la fe que nos sostiene.

A los 75 años del primer Cursillo de Cristiandad sólo me queda decir: Gracias Padre, gracias Eduardo, gracias hermanos… el barco sigue. Dios lo quiere.

¡¡¡DE COLORES!!!

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