Escribir sobre la "huella" de nuestro amigo Eduardo en el mundo tiene por necesidad y esencia empezar por la "huella" de nuestro amigo en el que subscribe.
Yo viví la experiencia de un cursillo en octubre del año 1977 y Conchita, mi esposa, una semana después, en la Arquidiócesis de Los Ángeles California en Los Estados Unidos. Cuatro meses después de estos dos cursillos nos dimos cuenta de que Eduardo viajaba a México para participar en un Cursillo de Cursillos. Y como el asesor espiritual del Movimiento de Cursillos en español de la Arquidiócesis de Los Ángeles era de Mallorca (Monseñor Juan Matas) y conocía a Eduardo, le pidió que hiciera escala en Los Ángeles antes de ir a México para que le conocieran.
Una noche en la Escuela de Dirigentes anunciaron que el fundador del Movimiento de Cursillos de Cristiandad pasaría por Los Ángeles y que el Secretariado tendría una cena con él y que al siguiente día volaría a México. A mi esposa y a mí, cursillistas de apenas 4 meses, nos llamó mucho la atención y preguntamos, sin saber lo que era el Secretariado; "¿por qué únicamente el Secretariado podía conocer al fundador de este Movimiento?". Se hicieron varias preguntas y las respuestas no nos convencieron, así que les armamos una "revolución ordenada" para que Eduardo, en lugar de tener la cena con el Secretariado, llegara a la Escuela de Dirigentes. Y fue así cómo le conocimos y donde se inició la "huella" de Eduardo en la persona de Juan y Conchita Ruiz en la Arquidiócesis de Los Ángeles California.
Conocimos en Eduardo a una persona super humilde, sincera, auténtica y de una capacidad de amistad sobrenatural. Si en el cursillo yo, Juan Ruiz, había encontrado en Cristo Jesús al "mejor amigo", que durante 27 años había estado buscando, en Eduardo encontré esa amistad encarnada. Y aunque yo no sabía qué preguntarle y entendía muy poco todo lo que a una velocidad tan extraordinaria nos estaba diciendo, su sola persona me proyectaba todo lo que yo en ese tiempo estaba buscando y que en solo unos meses atrás había descubierto, de una forma sobrenatural, en un cursillo de cristiandad; "una amistad normal, natural, desinteresada, sincera y centrada en el Evangelio del mismo Cristo Jesús".
Este primer encuentro con Eduardo fue el punto de partida a una nueva aventura de aprender a vivir y convivir la amistad y el amor de Dios, en Cristo Jesús, de una manera normal, natural y cotidiana las 24 horas del día. Fue un empezar a ver, como él siempre decía, que “La vida era bonita, que las personas eran importantes y que valía la pena vivir". Tratando de aprender esta filosofía de Eduardo y ese Carisma que, desde un principio estábamos completamente seguros, El Espíritu Santo había depositado en El, mi esposa Conchita y su servidor, empezamos a leer todo lo que encontramos sobre Eduardo y el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Y como obviamente ya habíamos establecido una amistad con Eduardo, cualquier pregunta o duda se la hacíamos directamente a través de un fax o una llamada telefónica. Y sinceramente no recuerdo ni una sola vez que no nos haya contestado con una alegría como si fuéramos las dos personas más importantes del mundo. Y conste que sin importar el día o la hora que hablábamos, puesto que a veces no calculábamos bien el tiempo y lo hacíamos a deshoras de la noche. Por esta razón y muchas otras nunca perdimos la oportunidad de acompañarle cada vez que visitaba alguna parte de los Estados Unidos. De esta manera, aprendimos y convivimos con el mucho y tuvimos la oportunidad de servir juntos en varios talleres.
Esta amistad tuvo mucha transcendencia y solo fue creciendo y madurando durante los siguientes 30 años a través de cada encuentro, cada fax, cada llamada telefónica, con el compartimiento de cada plan apostólico, de cada idea, de cada dolor o alegría, con cada oración y con cada Eucaristía. Esta gran amistad, que el 6 de febrero del año 2008 cambio de humana a sobrenatural, porque desde ese día, no solo yo sino todos sus amigos, lo sentimos más cerca que nunca. Y desde donde está, que ha de ser muy cerca de su amado Jesucristo, estoy seguro de que sigue abogando por mí, por Conchita y por todos sus amigos.
Y esta misma "huella" que dejó en Conchita y su servidor en Los Ángeles California, la pude ver multiplicada en muchos otros amigos que también tuvieron el privilegio de conocerlo y convivir con él en diferentes Encuentros y talleres en Estados Unidos y en el mundo entero. En casi todos los lugares, dentro de los cinco continentes, donde he tenido el privilegio de viajar para servir a este bello Movimiento de Cursillos de Cristiandad, he podido confirmar cómo de una manera u otra Eduardo ha dejado esta misma "huella" y cómo le recuerdan con tanto cariño, respeto y admiración por su gran amor y amistad a todos los que le rodeaban. En América, Europa, África, Asia y Oceanía no ha habido una casa en donde me he hospedado o evento, donde no me mostraran una foto de Eduardo o contado sus experiencias de cuando le conocieron, del deseo de conocerle o la pena de nunca haberle podido conocer. Y, aunque las experiencias y anécdotas son diferentes, todos coinciden y confirman su autenticidad como persona "fiel al Evangelio, atento a las personas y abierto a la realidad".
Una de esta anécdota fue cuando viajó a Tucson Arizona donde se suponía que nosotros le estaríamos esperando. Para encontrarnos en Tucson, se suponía que él volaría directo a Tucson y que Conchita y yo volaríamos de los Ángeles a Tucson. Nosotros volamos a Tucson un día antes para esperarlo en el aeropuerto de Tucson. En cambio, él hizo escala en Los Ángeles el mismo día que nosotros volamos a Tucson y, como venía retrasado su avión, no alcanzó la conexión y perdió el vuelo a Tucson. Desde el aeropuerto trató de hablarme a mi casa en Los Ángeles para avisarme, pero nosotros ya estábamos en Tucson, en ese tiempo no contábamos con los teléfonos móvil. Total, como no nos encontró y no tenía otro vuelo hasta la mañana siguiente, se pasó toda la noche en el aeropuerto y nosotros en Tucson como locos porque no llegaba y no teníamos ni idea de dónde encontrarlo. En la mañana siguiente nos fuimos al aeropuerto para ver si llegaba en alguno de los vuelos y cuando finalmente llegó, con alegría nos contó la gran aventura y lo bien que había pasado en el aeropuerto toda la noche leyendo y mirando a las personas. ¡Éste era Eduardo! Y así, como esta aventura, el Señor nos regaló muchísimas otras más junto a nuestro amigo Eduardo.
Otra anécdota muy simpática pero que proyecta muy bien la sencillez y nobleza de Eduardo fue cuando fuimos al Vaticano a presentar un pequeño rollo al Consejo Pontificio para los Laicos. En esta ocasión viajaba Arsenio Pachón con Eduardo y nos reunimos en Roma. El lugar donde estaba la sala de conferencias era como en un laberinto y muy difícil de encontrar. En una ocasión, nos fuimos a la habitación de Eduardo para descansar un rato y como Eduardo se quedó dormido, Arsenio y yo decidimos dejarlo descansar y muy silenciosamente salimos de la habitación y nos fuimos a la conferencia ¿Pero ¿qué sucedió durante la conferencia?... Como a los 15 minutes después, apareció Eduardo un poco molesto porque le habíamos dejado en la habitación dormido. Pero lo más sorprendente de este caso fue, que había encontrado la sala de conferencias sin ningún problema. Sin embargo, su enojo con nosotros dos no duró mucho y el evento siguiente nos ayudó a que nos perdonara completamente. Fue el encuentro con el Papa Benedicto XI que no lo teníamos previsto. Fue un momento culminante no solo para Eduardo sino para Arsenio y su servidor. Pero aquí no acaba la anécdota... ¡Aún hay más!... Cuando Arsenio y Eduardo regresaban a Mallorca, después de la reunión con el Consejo Pontificio para los Laicos, sucede que los llevaron a la terminal del aeropuerto equivocada y cuando Arsenio pidió una silla de ruedas para llevar a Eduardo a la terminal correcta y le fue negada, como les quedaba poco tiempo para abordar y no sabiendo cómo llegar a tiempo, puso a Eduardo en el carro de las maletas sentado encima de ellas y así le llevó hasta la siguiente terminal. Cuando el mismo Eduardo nos lo contó, yo duré varios días con la risa imaginándome a Eduardo arriba de esa maleta y a Arsenio jalándolo en plena calle. ¡Lástima que a Arsenio nunca se le ocurrió sacarle una foto! Y, sin embargo, dice que Eduardo iba gozoso sobre su silla portátil.
En fin, que hay infinidad de anécdotas que podríamos contar para darnos cuenta de cómo la vida de Eduardo reflejaba perfectamente la Mentalidad, Esencia y Finalidad de ese Carisma que el Espíritu Santo depositó en su persona y que Eduardo vivió y convivió hasta el último momento de su vida.
Recuerdo que la última vez que lo vi y ya con su enfermedad avanzada, le dije, "mi amigo, qué ganas tengo de darte un abrazo, pero sé que te voy a lastimar” Su respuesta simplemente fue, "hombre no pasa nada, venga ese abrazo” y él mismo lo inició y nos dimos un fuerte abrazo que pienso que le lastimó. Pero también tengo la fe que, en ese momento, la Amistad que nos unía en Nuestro Señor, le suspendió el dolor por unos segundos.
Siempre unidos con Eduardo y con todos ustedes en cada Eucaristía.