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4/MAR/2025
Eduardo visto por un cursillista novato
Este artículo narra la experiencia transformadora de un cursillista novato bajo la influencia del carisma de Eduardo Bonnín Aguiló. A través de metáforas y anécdotas, reflexiona sobre el impacto de los Cursillos de Cristiandad como un camino de fe renovada, amistad y compromiso cristiano.

En cierta ocasión pregunte a un veterano cursillista amigo de Eduardo, ¿Cómo lo hacéis en cursillos para dar solución a problemas que Eduardo no había previsto? Sin inmutarse me dijo: los Evangelios, Eduardo decía que ahí estaban todas las respuestas y ahí las buscamos”.

“Evangelizar no es solo hablar del Evangelio, sino tratar de hacerlo vida viva en la vida de cada uno, aquí mismo, ahora mismo, desde ya y desde yo mismo” (Historia de un carisma de Eduardo Bonnin).

Mi kilómetro cero, a mis sesenta y tantos… Jamás pensé en desechar aquellos repensados y ya viejos caminos de cristiano de toda la vida, caminos peatonales, solitarios, polvorientos, llenos de baches y curvas cerradas, de cunetas tan sucias que la vegetación salvaje escondía a veces el mismo camino, caminos por donde había andado mis sesenta y tantos años, en la certeza de que aquello era “El camino”.

Un cursillo de tres días, y… ¡Así! como un chasquido de los dedos en un juego de magia y, al doblar una curva habían desaparecido, ya no existían los viejos y solitarios caminos, se habían convertido en modernas y anchas autopistas, sin baches, con largas y suaves curvas, de cunetas limpias y con raíles quitamiedos para el caso de accidentes, autopistas llenas de nuevos amigos, buenos y auténticos amigos, que sin prisas compartían conmigo, el cursillista novato, sus experiencias por estas autopistas de la vida, mostrándome sus estupendos vehículos, sus ilusiones y otras maneras de circular por la vida.

“Evangelizar no es solo hablar del evangelio, sino tratar de hacerlo vida viva en la vida de cada uno” Dejé de querer ser aquel teórico del evangelio, dejé de querer entender el significado de cada frase, palabra o letra del evangelio y entendí que no era necesario aprenderlo de memoria. Bastaba con dejarme impregnar de su espíritu, y buscar aún sin entenderlo en su totalidad, como aplicarlo a mi vida. “Aquí mismo y ahora mismo”, sentarme en el asiento del Ferrari de mi vida y comenzar a conducirla, ir probando la palanca del cambio, el acelerador, el freno, el volante, probar si lo nuevo aprendido teóricamente en mi cursillo, era válido para conducir por las ahora mis nuevas autopistas de la vida.

“Desde ya”. Dos líneas en un libro, un pensamiento escrito, un pequeño párrafo, menos de treinta palabras, un carisma, Eduardo Bonnin, un cursillo y ya estoy preparado en la línea de salida.

¿Dónde había dejado aquella vieja senda? ¿Por qué la había abandonado? Como San Pablo, fui derribado de mi ciega certeza, de estar en aquel verdadero y único “camino”, ya era pasado, hoy estoy en la búsqueda constante de mejores caminos, mejores aún que estas autopistas encontradas.

“Desde yo mismo”, cuatro verdades, y la cegadora verdad del Espíritu Santo, y ahora si veo, ahora si comprendo, ahora si entiendo, ahora sí puedo ser conductor de mi vida con un Ferrari último modelo y quizás mañana cuando encuentre circuitos para carreras, con una fórmula uno.

Si, estoy buscando mi nuevo coche de fórmula uno, pero con toda la humildad de que soy capaz y dando infinitas gracias a Dios por haberme llamado, por haberme elegido, por haberme hecho comprender que era mi amigo y también a Eduardo que supo ser fiel y humilde altavoz del carisma que el Espíritu le había mostrado, y gracias a todo ello, muchas personas hemos encontrado una nueva manera de entender la vida.

Y aun así con estas estupendas herramientas que me ha mostrado Cursillos, sigo en guardia contra el maligno, porque puedo tener un accidente y salirme de la autopista, con la seguridad de que el accidente será mucho más grave que cuando iba de peatón por aquellos caminos más lentos.

Cuando hablo con mis amigos, presumo de cursillista y me siento observado como bicho raro, y el ser analizado me obliga a dejar siempre bien alta la bandera de cursillos, la bandera de ser cristiano en definitiva la bandera de Jesús.

Es tan fácil creernos unos quijotes al colocarnos bajo la protección de Jesús, pero al crecer nuestra amistad con El, nos damos cuenta de que medio mundo no ha tenido nuestra suerte y el Ferrari y las autopistas, son herramientas que se nos dieron y que deben ahora servirnos para repartir gratuitamente, aquello que recibimos gratuitamente.

Eduardo desde sus escritos y desde un principio, me cautivo por su sencilla lógica, “no tanto hablar de Evangelio, y más hacerlo vida viva, desde ya y desde yo mismo”. Que eres un cursillista novato, da igual, yo soy este “yo mismo”, y “desde ya”, quiere decir ahora mismo. ¡Ponte a trabajar!

Añadiendo otro párrafo del mismo libro “Pues al seglar que se encuentra con Cristo no se le tiene que proponer nada más, sino que sea cristiano”. Y añade “Nos ha llamado siempre la atención la frase de Cristo cuando hubo resucitado a Lázaro “Soltadle y dejadle ir”. Hay que fiarse del convertido”. Esto traducido a mi “yo mismo”, quería decir que Cristo me invitaba, me decía: Me fío de ti, adelante sin miedo, el Espíritu que envié a los apóstoles está contigo, “y no te preocupes por lo que tengas que decir, llegado el momento yo pondré las palabras adecuadas en tu boca”.

¡Qué maravilla! ¡Que profundo! ¡Que densidad! Vuela mi imaginación… Imagino como debe ser una tertulia en el cielo con Jesús y Eduardo, y como me hubiera gustado tener una “Xerrada” de una horita con Eduardo. Se que un día, allá en el cielo me dirá, como era su costumbre: ¿Me concederás una audiencia cuando tengas un momento?

Y mientras llega este día, me gusta visitar su despacho, hojear su interminable colección de libros, tener en mis manos sus fichas, sus manuscritos, escritos con impecable caligrafía, sobre agendas viejas o en cualquier parte, leer los libros en donde dejo su testamento, su carisma. Me encuentro bien cerca de aquello que fue suyo y que al morir me dejó a mi un cursillista novato, a mí y a cada uno de los demás cursillistas, no solo de Mallorca, si no de España y de todo el mundo.

Me gusta imaginar como Eduardo, del estudio de los libros de su amplísima biblioteca, que todos podemos hojear, de su fe, de su confianza en Dios y con la iluminación del Espíritu Santo, pudieron nacer y extenderse por todo el mundo los Cursillos de Cristiandad, estos cursillos que me impactaron a mí, a vosotros y a millones de personas.

Al morir dejo pendiente aquel cursillo que quería dar en la luna. Si aquella era su ilusión, seguramente Dios le habrá concedido su deseo.

Todos los escritos que nos ha legado, sus notas sus fichas, un verdadero tesoro, un verdadero testamento espiritual, algunos convertidos ya en libros, muchos todavía esperando, escritos a máquina, manuscritos en fichas, en viejas agendas, todo ello lo hemos recibido como herencia y han y siguen sirviendo a todos los cursillistas del mundo, para que el carisma fundacional de Eduardo pueda llegar intacto hasta los confines de la tierra, con sus cien mil euros, como en la metáfora del pobre que encuentra la cartera llena recuerdos familiares y la devuelve, que él gustaba tanto contar.

Quisiera, como cuando un amigo os recomienda una película, porque le ha gustado, me dejarais que como amigo vuestro que me considero, os recomiende a todos los que aun no lo habéis hecho, visitar lo que fue el despacho de Eduardo, cursillistas de todas partes del mundo vienen ex profeso para visitarlo, creo que como me pasa a mi cada vez que voy, saldréis maravillados, extasiados, admirados e impregnados de la grandeza de un hombre que siendo grande, siempre quiso ser pequeño y que como demostración de su gran humildad decía aquella frase que todos conocemos y que sus amigos grabaron para siempre en su lápida mortuoria “Solo soy un aprendiz de cristiano”.

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Eduardo confeccionó muchas fichas para su uso personal, que frecuentemente utilizaba como guion cuando hablaba. Algunas de ellas contienen un solo pensamiento, pero hay otras que constituyen verdaderos esquemas, más o menos complicados, de difícil interpretación para el que no sea el propio autor. Como en dichas fichas se expone una parte importantes de su pensamiento, se pensó que se podían volver a escribir en una versión que fuera fácilmente asequible para todos, intentando en todo momento reproducir sus ideas con la máxima fidelidad, aunque era inevitable que se perdiera, al menos en parte, su peculiar y muy personal manera de expresarse. La dificultad aumentaba por el hecho de las fichas fueron redactadas, como se ha dicho ya, con el propósito de que sirvieran de ayuda en las intervenciones orales y nunca pensando en su publicación escrita. Este trabajo de adaptación fue iniciado por Guillermo Bibiloni, buen conocedor del tema y autor de una “Historia de Cursillos”, pero quedó incompleto, seguramente por la muerte de Guillermo, quedando olvidado entre los innumerables papeles de Eduardo, hasta que recientemente, se encontró el manuscrito, considerándolo un gran hallazgo. Esta parte, adaptada por Guillermo Bibiloni, es la que se publica ahora, dejando para más tarde la del resto de fichas, que siguen siendo objeto del trabajo de adecuación necesario para una lectura cómoda. Hace unos años se publicó un librito con este mismo título, escrito por Eduardo. Aunque es posible alguna coincidencia, el contenido de estas primeras “Reflexiones” y el de “Reflexiones II” es distinto, ya que entonces, al parecer, el autor no recurrió a las fichas que conocemos, sino a otras fuentes de su copioso archivo.
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