Italia estuvo siempre en el corazón de Eduardo y Eduardo siempre ha estado en el corazón de Italia. Esta preferencia tiene orígenes lejanos, pero sólo después de los años 80 se evidenció. Sobre todo, a raíz de las I Conversaciones de Cala Figuera en las que participó el Padre Carminati, figura carismática del Movimiento en Italia, con la ponencia sobre el Amor.
El primer contacto data del año 1952 en el Colegio Pontificio Español de San José en Roma, donde Don Juan Capo dio unas conferencias de presentación de los Cursillos. En 1955, en el mismo colegio, se lleva a cabo el primer Cursillo en suelo italiano, destinado a los españoles que residían en la ciudad y a los seminaristas del mismo Colegio. El equipo estuvo compuesto por Eduardo Bonnin y Don Juan Capó.
Es a partir de 1966, durante la primera Ultreya Mundial, en Roma, cuando Eduardo inicia contactos personales con los dirigentes del Movimiento en Italia y mantiene una amistad especial con el entonces Coordinador Nacional Ernesto Pozzi. Ernesto, con el que mantuvo una correspondencia larga e intensa, con la ayuda de Anna y Arnaldo Piccalarga, facilitaron los encuentros de Eduardo con diversos pontífices.
A petición de Ernesto, Eduardo, en aquellos años, escribió la historia de los primeros diez años de los Cursillos de Cristiandad. Lamentablemente, este documento se ha perdido con la alternancia de la Coordinación Nacional.
En diciembre de 1961, un grupo de Ciudad Real, liderado por Don Francisco Suárez, que hablaba un italiano perfecto, hizo un Cursillo en Rocca di Papa. Este es considerado hoy en día, el primer Cursillo de Cristiandad italiano.
En la celebración de la Primera Ultreya Mundial en la Basílica de San Pedro en Roma, veintidós años después del primer Cursillo de Cristiandad celebrado en Mallorca, el movimiento tuvo el reconocimiento del Santo Padre Pablo VI, en su discurso, con casi toda seguridad preparado por P. Seguí, que supuso el primer pronunciamiento papal solemne sobre cursillos, causando un entusiasmo general entre los presentes. Habló también de los colores de la Gracia, de lo fundamental cristiano, del encuentro personal con Dios y con los otros, del espíritu del peregrino: memorables fueron las palabras: “Cursillos de Cristiandad: este es el nombre, como lo demuestra la experiencia, acreditados por sus frutos, recorre hoy, con tarjeta de ciudadanía los caminos del mundo "
Desde 1980 los Cursillos de Italia celebran, casi cada cinco años, una Ultreya Nacional, a la que Eduardo fue siempre invitado, así como a la Ultreya Mundial del 2000, celebrada de igual manera en Roma. Pero cuando Eduardo comienza a asistir de manera constante a Italia, el sistema organizativo y metodológico de los Cursillos de Italia ya ha comenzado. En 1972 se celebra en Loreto, el primer Cursillo de Responsables, (Cursillos de Cursillos). El primer equipo es integrado por los sacerdotes P. Francisco Santana (portugués, Asesor Espiritual del apostolado del Mar), Don Gerardo Di Girolamo (San Benedetto del Tronto) y un Padre capuchino (Camerino). Actúa como rector Francisco Stilwell un inglés que trabajaba en Portugal, y que después fue también el rector del primer Cursillo en la Diócesis de Roma. Con Francisco, en el equipo estaban otros dos hermanos portugueses y Ernesto Pozzi, que dio el Rollo Piedad.
Lamentablemente, el enfoque de la "vía italiana" tiene desviaciones, como el de dar mayor importancia a la Ultreya que a la Reunión de Grupo: esto llevará poco a poco a limitar la Reunión de Grupo a la de la Ultreya, y la desaparición de la Reunión del Grupo con "quien quieres", renunciando así a la principal herramienta del Postcursillo capaz de hacer perpetuar (Eduardo decía “perennizar” y “momentizar”), la amistad con Cristo y con los demás.
Pero esto no impide que la admiración y el afecto de Eduardo, se transforme en un elemento que lo une de manera extraordinaria a Italia... Una amiga mallorquina me contó que durante su luna de miel en Italia fueron invitados por algunos hermanos de Cursillos de Cristiandad, y que la acogida había sido sorprendente, ya que incluso algunas personas extendían sus manos para tocarlos como si fueran reliquias, por el simple hecho de venir de Palma y ser amigos de Eduardo Bonnin. Esto, puede hacer reír, pero revela el espíritu con el que los cursillistas de Italia han mirado siempre a Palma y en especial a Eduardo. Este particular afecto lo demuestra el hecho de que cada diócesis de Italia cuando había de celebrar un aniversario importante hacía lo posible para contar con la presencia de Eduardo. Las Diócesis competían para conseguirlo, y homenajear a Eduardo, y por satisfacerlo con los platos de cocina que más le gustaban. Todo el mundo en Italia sabía de su preferencia por el arroz y su aversión a los guisantes. Eduardo no faltó a ninguna de estas llamadas, incluso cuando estaba empezando a verse afectado por el herpes. En sus últimos años, Eduardo tenía un sueño, el de poder celebrar un Cursillos de Cursillos de Cristiandad en Roma, porque, decía, " los amigos italianos se lo merecen". Pero el Señor lo llamó... antes de ver realizado su sueño. Es más, cada Diócesis de Italia tiene detalles de sus visitas, aunque todo el mundo lo recuerda por su gran atención a todos, incluso los más pequeños y su extraordinaria capacidad de anunciar la belleza de la fe y de la amistad.
He escuchado a muchos hermanos que han tenido la suerte de darle la bienvenida en sus casas durante sus viajes, y todos repetían lo mismo: "Lo que más me sorprendió es su atención constante a los que le rodean, cuando entró en mi casa buscó la relación personal con todos los miembros de la familia, ya sean adultos o jóvenes; se interesó por todo el mundo. Por ejemplo, preguntó de manera discreta la fecha de los cumpleaños para, después, hacer llegar, en el momento adecuado, su felicitación”
Esto producía un efecto de admiración y cariño en todos hacia este hombre tan pequeño, y a la vez tan grande. Hasta lo que yo sé, en sus viajes a Italia, nunca habló de situación específica o problemas particulares de la diócesis. Su testimonio se dirigía siempre a lo esencial, al amor del Padre y de Cristo, a la persona y a la amistad. Su preocupación era ser testigo de la importancia de seguir a Cristo en compañía de los hermanos.
Entre los diversos testimonios de la presencia en Italia de Eduardo he recibido de un amigo una fotocopia del que creo sea uno de los pocos, sino el único manuscrito de Eduardo en italiano. Es su intervención en la clausura del primer Cursillo Hombres de la diócesis de Oristano celebrado el 18 de mayo del año 1991.
Escrito en el estilo de Eduardo apelando directamente al corazón, pero que no renuncia a proclamar la esencia de los Cursillos de Cristiandad: el amor a Cristo y a los hermanos y la importancia de la oración necesaria para el éxito de los Cursillos. Eduardo nuevamente proclama con entusiasmo su amor a Cristo, y deja patentes sus preocupaciones, su seguridad, su mensaje. Parece un resumen y una anticipación de su testamento espiritual.
Personalmente tuve la suerte de encontrarme con él varias veces y creo que Eduardo, sobre todo en las dos primeras ocasiones, fue decisivo en mi vida como cristiano y como cursillista. Mi encuentro fue el clásico rayo, que despertó en mí la curiosidad en primer lugar hacia su persona, luego por la vida y después por el origen del movimiento y su carisma genuino. Pero esto, creo, no me ha ocurrido solamente a mí, también a todos los que tuvieron la suerte de estar cerca de él, incluso por poco tiempo.
Mi primer encuentro con Eduardo fue casi accidental, en Nuoro, en el vigésimo aniversario de los Cursillos en Italia. De ese encuentro me quedan dos recuerdos indelebles. Recuerdo, su intervención y el beso a la Cruz de los condenados a muerte. En la memoria no guardo los detalles de lo que dijo en su rollo porque no entendía muy bien el español. Pero recuerdo con admiración, que cuando el presidente dio la palabra a Eduardo de repente "escuché" un silencio casi irreal. Sus palabras inicialmente lentas y tranquilas se convirtieron en un torrente que arrastró también al pobre intérprete. Su determinación brillante al exaltar el “amor del Padre”, había atraído a los corazones de los cientos de presentes y yo me sentí en comunión con él, como si el discurso fuera dirigido exclusivamente a mí. El intérprete ya ni siquiera trataba de traducir, no sólo por la dificultad física, al estar de pie detrás de él, pero sobre todo porque se dio cuenta de que las palabras de Eduardo iban directo al corazón de todos. No necesitaba de traducción o de mediación: aquel hombrecillo tenía algo de especial y sólo estaba allí para dar testimonio de que el Padre estaba con nosotros y nos amaba. No recuerdo cuánto tiempo duró su charla, sólo recuerdo que al final hubo aplausos sin fin.
Por la tarde, Eduardo mostró toda su amabilidad posando con mi familia. Después de nosotros muchos otros querían una foto con Eduardo. Después del rito de las fotos, Cristina, mi esposa, preguntó si era posible besar su Cristo, había oído de algunos bien informados que Eduardo era inseparable de la famosa cruz, me pareció inconveniente, pero luego, me acerqué una segunda vez a Eduardo para solicitarlo. En ese momento vi en sus ojos una comprensión benévola, sin duda la mía era una petición que ya había recibido de otros muchos. Puso su mano en el bolsillo de la chaqueta, nos entregó una pequeña cruz de madera, y me dijo con una sonrisa en español algo parecido a esto" Es el crucificado de todos los Cursillos de Cristiandad del Mundo" o "el Crucificado es el mismo de todos los Cursillos de Cristiandad del mundo". En ese momento me di cuenta "este es El Crucifijo de todos los Cursillos de Cristiandad en el mundo". La emoción de tener en las manos y besar lo que era para mí una reliquia fue enorme, y, aunque no entendí el verdadero significado de sus palabras, me sentí parte de ese maravilloso plan que comenzó hace muchos años en Mallorca.
Algunos años más tarde me di cuenta, de nuevo por las palabras de Eduardo, del verdadero sentido: "...Cristo es el mismo para cualquier hombre..." lo que había pedido besar era simplemente una pieza de madera, que lo recordaba, pero lo que importa no son los símbolos, sino Él... amigo, vivo, cercano, normal.
Mi segunda reunión coincide con el décimo aniversario de Cursillos en Sassari en 1997: de esto, además del recuerdo, tengo el texto de rollo. Como de costumbre en su intervención, Eduardo , es conciso, cálido e impetuoso. Sus palabras son una declaración de amor a Cristo y al movimiento, tienen un fuerte sabor a la sustancia de las cosas. He aquí un pequeño extracto: "Quiero que todos sepan lo que siento. A muchos de ustedes los conozco, y aunque no sé el nombre de todos, reconozco las caras de todos, quiero estar en comunión con todos ustedes…
He sido testigo de la primera hora, pero no me gusta hablar de responsabilidad, yo prefiero hablar de posibilidades, porque donde no hay posibilidades no hay tampoco responsabilidades. Lo mejor de la responsabilidad es que tenemos que dar a conocer a otras personas que queremos y vivimos en amistad con Dios y nuestros hermanos Esto es lo que hemos entendido desde los primeros años, desde que empezamos, y por la gracia de Dios, estos principios se están extendiendo por todo el mundo. No queríamos hacer una revolución, sino una evolución, un desarrollo, un progreso espiritual. Una revolución produce un traumatismo, mientras que, con una evolución, queríamos estar en el corazón de la gente: el Dios lejano se convirtió en un Dios vecino, el Dios abstracto en un Dios concreto, el Dios terrible se convirtió en un Dios amigo. Ese es el objetivo que siempre hemos tratado de lograr. No queremos cambiar el mundo, porque lo que le interesa a Dios no es el mundo, es el hombre que está en el mundo, la persona. Si a Dios le hubiera interesado el mundo habría dicho “os haré pescadores de cargos políticos, de tareas muy importantes," pero Dios nos dijo: "Os haré pescadores de hombres", porque lo que es interesante para Dios es la persona humana: el hombre y la mujer..."
La estancia de Eduardo en Sassari fue muy corta. Tuvo reuniones restringidas en casa de algunos cursillistas, de las que todos recordamos la gran calidez, la buena disposición y la paciencia de Eduardo.
Muchas otras visitas de Eduardo, similares a las que he experimentado con mis amigos en Sassari, dejaron una marca indeleble y una relación estrecha y firme entre los Cursillos de Cristiandad de Italia y Eduardo, generando un respeto y, tal vez incluso, una profunda veneración por su persona. A pesar de esto, en Italia son poco conocidos su pensamiento y sus escritos. Sólo está traducido, por el Grupo Interdiocesano en los años ochenta, el "Manifiesto: Los Cursillos de Cristiandad una realidad aun no realizada”. A día de hoy estamos tratando de poner en marcha la traducción y publicación de sus obras, a partir de su “Testamento Espiritual”.
Actualmente gracias al Presidente de Cursillos de Italia y algunos dirigentes, se está produciendo un lento, pero real, acercamiento al pensamiento de Eduardo y al Carisma Fundacional que el Espíritu Santo nos regaló en la persona de Eduardo Bonnín Aguiló.
Lo que Eduardo, no pudo hacer en vida, ahora lo hace desde el cielo: en Assissi se hará el primero encuentro italiano sobre el carisma Fundacional: dos días muy parecidos al Cursillos de Cursillos que era el sueño de Eduardo.
De colores y hasta siempre.