Me llamo Eulalia. Nací en Barcelona y resido en la isla de Gran Canaria desde hace 24 años.
Cristina de la Feba me pide que describa con mis palabras la persona de Eduardo Bonnín.
Eduardo Bonnín ha sido y es la persona que, aún hoy, sigue siendo el ángel del que Dios se valió para que Cristo iluminase, esclareciese y siga estando presente en mi vida. Mi andar por la vida no fue fácil por todos los acontecimientos y los retos que tuve que afrontar y encajar.
La primera persona a través de la cual conocí a Eduardo, de forma indirecta, es mi padre, dado que él vivió su Cursillo en Mallorca, teniendo al mismo Eduardo como rector. Mi padre se encontró con Cristo y aprendió a descubrir como aún hoy está vivo, y en todo momento cercano, a su vida cotidiana. Mi padre nos contagió a mí y a mis hermanos, tal y como sigue haciendo hasta hoy con cualquiera al que trate, su ilusión por todo lo descubierto en Cursillos. De este modo, al vivir el Cursillo en mi casa, y movida por la curiosidad que mi padre despertó en mí, acepté su invitación un 13-16 de noviembre de 1980 a los 16 años.
Este cursillo se celebró porque, los integrantes de la “Ultreya de la Merced” llamaron a Eduardo para explicarle la situación y las inquietudes de la Ultreya, dado que ésta estaba a punto de disolverse. La razón era que no querían continuar celebrando los Cursillos de Cristiandad con las desviaciones que se estaban divulgando en Barcelona y en muchos sitios de España, y consideraban que la única forma de que la Ultreya pudiera recuperarse era adoptando nuevamente la metodología original de Cursillos, tal y como se impartía en Mallorca.
Eduardo posibilitó la celebración de aquel primer cursillo en que la Ultreya de la Merced se separó del secretariado Nacional de España. En ese cursillo Eduardo para la formación del equipo de dirigentes propuso a cuatro mujeres provenientes de Mallorca. Este mes se cumplen 34 años de este acontecimiento. Desde entonces, las Ultreyas de la Merced de Barcelona, Terrassa, Guineueta y la última creada de St. Martí, están unidas.
Cuatro meses más tarde, después de vivir mi cursillo, se celebró del 10-12 abril 1981 un Cursillo de Cursillos en Barcelona. En aquel momento, fue cuando conocí personalmente a Eduardo.
Recuerdo de una conversación con mi padre, en la cual yo estaba presente, en que mi padre le insistió a Eduardo que escribiese más del movimiento, ya que convenía que quedara más patente todo lo que él sabía. También le preguntó qué rollos creía que se debía seguir utilizando. Eduardo respondió: “los más viejos que se tuvieran”.
A partir de ese momento, fui conociendo más a Eduardo, al seguir participando de las escuelas de Cursillos, leyendo sus libros, escuchando audios y a todos los cursillistas que seguían y siguen a Cristo, hubieran o no conocido personalmente a Eduardo.
Cuando me iba a casar, se lo comuniqué a Eduardo y, para la ocasión, nos regaló el libro, que para mí es el que mejor engloba la metodología del movimiento de Cursillos, “Vertebración de Ideas”, dedicado por él mismo.
En nuestro viaje de novios, mi marido y yo le fuimos a ver a Palma de Mallorca y nos recibió en su propia casa. Fue una gozada conversar con él y ver la cantidad de libros que se había leído, y más me sorprendió, cuando me dijo que cambiaba de casa por falta de espacio en su biblioteca.
Con Eduardo, descubrí que sus amigos eran mis amigos.
Al tener que trasladarme a Gran Canaria, lugar en el que no había estado nunca, y no conocer a nadie, llamé a Eduardo para preguntarle si conocía a algún cursillista que me pudiese ayudar. Él me puso en contacto con Antonio Luis Jimenez. Me sorprendió la facilitad con la que Antonio se fio a ciegas de la amistad y la relación que tenía con Eduardo para acogernos y ofrecernos su amistad, llegando a dedicarnos su tiempo y casa para ayudarnos a instalarnos en la isla.
Antonio nos trató como hijos y abuelo de nuestros hijos. Fue el discípulo de Eduardo en Gran Canaria, que cuando murió, me dejo todos sus libros, escritos y documentación de Cursillos.
Cuando me acerqué a la Ultreya de Gran Canaria, me encontré con los Cursillos de Cristiandad mixtos, cuyo parecido con los Cursillos de Cristiandad eran muy distintos de los que yo había vivido en Barcelona. Su único parecido está en su título, ya que la esencia, finalidad, mentalidad, rollos, no son los mismos, y los originales, no los conocen y no quieren conocer. Se mueven por las pautas del Secretariado Nacional de España, “oficial de Cursillos”, no afín al Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad de Mallorca y al carisma fundacional.
Mi integración en esta Ultreya fue dura y chocante. A tal extremo, que me vi obligada a hablar con Eduardo reiteradas veces para que me asesorara ante mis dudas. ¡Qué capacidad de aguante tuvo Eduardo conmigo! Recuerdo que, ante la pregunta de cómo podía actuar y si debía seguir en cursillos, su consejo fue: “empieza una Reunión de Grupo y sigue en la Ultreya”. Hoy en día puedo afirmar que gracias a estar viviendo en Gran Canaria he conocido más el movimiento de Cursillos de Cristiandad porque, de otro modo, en Barcelona no me habría visto forzada a recurrir a Eduardo y a profundizar en la comprensión del carisma fundacional del Movimiento.
En las conversaciones telefónicas que mantuve con Eduardo, reconocí que todos éramos igual de importantes y sentí que él me tenía en cuenta. Yo siempre me cuestioné cómo tenía tiempo para ayudarme, escucharme y conversar conmigo, mientras tenía a otras personas que, a mi juicio, eran más importantes y eran más representativas en el movimiento de cursillos a las que atender.
Cuando Eduardo me invitó a las “Jornadas con Eduardo “, celebradas en Mallorca en el año 2004, fue la última vez que nos vimos cara a cara.
Me llamaron la atención varias cosas: el modo en que seguía tomando apuntes como uno más, cómo continuaba con una mente muy clara y una gran memoria a pesar de su edad, lo rápido que era explicando, los rollos y poniendo ejemplos, a tal punto que no era fácil tomar apuntes, cómo se acordaba y preocupaba de la gente. De hecho, una de las veces que tenía que intervenir, me preguntó por lo que sabía de su amigo canario Antonio Luis Jiménez.
En estas jornadas, recuerdo cómo él también sabia o percibía cuando no era comprendido por todos los que le escuchaban, ya que cada vez que me acercaba a la mesa de rollos a parar la grabadora, me preguntaba dos cosas: “¿Que lo he hecho bien?” y también, “¿De verdad que no te acuerdas de que de joven me regalaste una cartera?”, hecho que, aún hoy, no soy capaz de recordar.
Recuerdo que en una de las últimas llamadas me explicó que le habían hecho publicar en el libro “Reflexiones I” para él incompleto, el tenía más cosas que escribir. Por lo visto, le gustaba ser un hombre obediente.
Le recuerdo como un hombre sencillo, amigable y atento, a tal punto, que a Eduardo no le gustaba presentarse como fundador de Cursillos, para él lo importante era ser cursillista. Sin embargo, en una ocasión, en las “Jornadas con Eduardo”, llegué a oírle decir: “bueno vosotros insistís que lo diga, pues vale, soy el fundador”.
De Eduardo, admiraba su capacidad de aguante, siempre fiel a lo que Dios le reveló, y al oírle hablar, te dabas cuenta de a quien Dios había revelado las verdades que comunicaba, tan vibrantes y esclarecedoras. Me sorprendía ver su actitud ante la multitud de contradicciones, desviaciones y manipulaciones que algunos curas y seglares realizaban del movimiento de Cursillos. Eduardo siguió, como uno más, aguantando y participando toda su vida de las Ultrellas, Escuelas, etc., hasta su muerte.
Concluiré con unas palabras con las que Jaume Radó, describió a Eduardo: “Él siempre se va a dormir con la conciencia tranquila, no se enfrenta con nadie y acepta todo de todos”.