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4/MAR/2025
Luis Reyes Larios
Conocer a Eduardo Bonnín Aguiló cambió mi vida y mi percepción sobre el cristianismo y el Movimiento de Cursillos. Eduardo transpiraba amistad, sencillez y espiritualidad, y veía en cada persona un potencial único. Me impactaron su humildad y su convicción de que Cristo es la solución a todos los problemas. Cuando lo escuché hablar, sentí como si bebiera del agua viva prometida por Jesús. Hoy, siento el llamado a transmitir su carisma fundacional y su amor por Cristo con humildad y pasión.

Para alguien con una mentalidad tan cuadrada como la mía, le hubiera sido imposible entender (inclusive en lo básico) los conceptos fundacionales del Movimiento de Cursillos, sin haber conocido a Eduardo Bonnín.

Encontrarnos con Eduardo en 2005 cambió, no solamente nuestra percepción de los Cursillos, sino del propio cristianismo. Yo iría aún más allá, cambió mi propia percepción de la vida.

Y es que yo no creo que Dios lo haya iluminado en “cierto momento” de su juventud, con el Carisma del Movimiento, sino más bien, el Señor “pensó” en Eduardo desde la eternidad, para esta importante Misión.

¿Por qué tengo esta seguridad?, porque cuando analizo las condiciones de tiempo, lugar, ambientes y circunstancias de su vida, no se puede ver otra cosa, sino la mano de Dios.

Eduardo transpiraba humanidad, amistad, espiritualidad, sentido común, sencillez, humildad, carácter, transparencia y una gran visión de la realidad.

Todo ello, sólo pudo haberse gestado en un ambiente familiar como el que Dios le dio : padres, abuelos, hermanos, un hogar-escuela y una escuela-hogar, donde la educación estuvo basada en valores cristianos, pero llenos de una rara combinación de disciplina y libertad, lo que forjó en él, una mentalidad y una visión muy especiales de la realidad interna y externa de las personas, pero sobre todo de sí mismo, con las que pudo captar verdades, invisibles para la mayoría de los hombres y mujeres de cualquier tiempo.

Solamente al tratarlo, escucharlo, observarlo y tener uno la mente y el corazón abiertos, era posible beber el agua viva, que Jesús prometió a la samaritana y que, de manera tan especial le dio a este valioso mallorquín que siempre se consideró a sí mismo, como un Aprendiz de Cristiano.

Por todo esto siento, que a él le emocionaba tanto recitar el poema de La Fuente Escondida, sobre todo la parte que dice que: “Dios escondió a oscuras, para tenerlos seguros, los Manantiales más Puros, bajo las rocas más duras”, pues veía en cada hombre la capacidad y posibilidad de ser Persona, no importando sus circunstancias, pues un ambiente de amistad verdadera con personas cristianas de verdad, podrían romper la roca y propiciar que descubriera su propia trascendencia, al comprender aquello de que Cristo y el Tesoro escondido se encuentran dentro de nosotros mismos, lo cual hace aflorar (si se logra romper la roca, mediante el Encuentro con uno Mismo) lo mejor de cada quién, que es el Cristo de su interioridad.

Por eso creo que en nuestras dos primeras visitas a Mallorca, si no hubiésemos conocido a Eduardo y ver en él reflejada la esencia del Cursillo, ni siquiera el haber tenido la dicha de vivir el Cursillo 391 en Son Fé, habría roto la dura cáscara de mi mentalidad tan llena de “cómos” y de “normas”.

Un momento importante para mí, fue cuando mi hija Ariadna, en aquel tiempo con 16 años, le cuestionó a Eduardo, que cómo podría ella ser dirigente en un Cursillo y dar un rollo, pues sentía que, al hablar de su vida, poco podrían importarles sus experiencias a personas casadas, profesionistas o amas de casa, que vivían una realidad tan diferente a la de una chiquilla estudiante como ella. Eduardo le contestó, que muchos ven problemas en eso, porque quieren encontrar una solución diferente para cada problema, ya que sienten que cada problema es diferente. Pero que, en realidad, los problemas son diferentes, pero la solución siempre es la misma: “todo problema difícil tiene como origen la ausencia de Cristo, y por lo tanto, poniendo a Cristo en la vida de cada uno, eso siempre será la solución”.

Por eso cuando una chiquilla da un rollo, lo más importante es que diga cómo ha logrado tener a Cristo en su vida y lo que le duele el no haberlo logrado en algunas circunstancias.

Eso es lo que irá al corazón y a la mente de quien le escuche, es lo que romperá la cáscara de su resistencia a su encuentro consigo mismas, aunque las personas, y las cosas que viven esas personas, sean diferentes.

Pero hay algo muy importante, que yo lo veo como mi gran tarea:

Ya que podría pensarse entonces que, si ya no está Eduardo físicamente entre nosotros, nadie podrá ya captar la verdadera esencia del Cursillo.

Amigos, esto es de Dios y Eduardo fue una pieza fundamental que nos impregnó su Carisma, pero ahora somos nosotros, o por lo menos debemos serlo, quienes elevemos con alegría la estafeta de ese Carisma Fundacional, pues entiendo que, así como el Señor propició la pista en el hogar y las circunstancias de él, asimismo lo hizo con quienes tuvimos la gracia de conocerlo.

Si podemos cumplir, de acuerdo con las capacidades de cada uno, el ser auténticos portadores del amor de Cristo en quienes conforman nuestro metro cuadrado móvil, muy pronto se podrá decir que, por fin, los Cursillos se han estrenado.

Y todo esto podrá ser, si hemos sido capaces de hacer vida nuestra capacidad de asombro, nuestro sentido común, nuestra cristianía en la normalidad y nuestro amor al movimiento con humildad y sin protagonismos.

Que Eduardo desde el Cielo, nos ayude a ser pistas de aterrizaje donde todos descubran que Dios en Cristo los ama.

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