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4/MAR/2025
Paquita Coll Arribas
Conocí a Eduardo Bonnín Aguiló en un momento muy difícil de mi vida, y desde entonces mi gratitud hacia él no tiene límites. Su capacidad de valorar a cada persona me brindó una seguridad y fuerza que nunca antes había sentido. Eduardo era un amigo genuino, lleno de humildad y siempre dispuesto a escuchar. Sus frases, su sentido del humor y sus gestos como las pajaritas de papel me recordaban constantemente la importancia de la amistad y la sencillez. ¡Gracias, Eduardo, por tanto!

Seguramente os preguntaréis, por qué hago yo este rollo y la verdad es que cuando me pidieron que lo hiciera, me costó bastante decir que sí. Pero es tanto lo que debo a Eduardo, es tanto lo que debo a Cursillos que pensé; no puedo negarme.

Hablar de Eduardo es hablar de amistad. En su casa, bueno en su despacho, había un mosaico que ponía lo siguiente: “En esta casa modesta, seas muy bien recibido, porque siempre es día de fiesta cuando aparece un amigo”. El otro día Miguel Sureda contaba que le preguntaba “Eduardo ¿ahora qué haremos sin ti?” y le dijo “Sed amigos”. La amistad es un elemento constitutivo de los Cursillos, si no hay amistad, no son Cursillos. Pueden ser algo bueno, pero no son Cursillos. Los Cursillos son Amistad.

Conocí a Eduardo en febrero del 94 en Santa Lucía. Todavía no era cursillista yo. Fue en las Mañanitas del cursillo de mi hijo y alguien me lo presentó diciéndole “Eduardo, esta es la madre de Alfredo”. Entonces él me dijo “Si yo tuviera un hijo como el tuyo, iría tan ancho, que no pasaría por aquella puerta”. Estas palabras se me quedaron grabadas y no se me olvidarán nunca.

Al mes siguiente hice yo cursillos, o sea que hace veintitrés años. En aquel momento, era una etapa de mi vida muy dura. Hacía año y medio que había fallecido mi marido, tenía tres hijos. Mi moral estaba por los suelos y mis ánimos también, pero no podía permitírmelo, tenía tres hijos, un problema muy gordo, el cual alguno de los que estáis aquí sabéis.

Conocer a Eduardo, supuso un apoyo que poco a poco fue logrando que consiguiera una seguridad en mí misma que no había tenido nunca. No había sentido esta seguridad antes. Eduardo tenía la gracia de valorar la persona y sin ser un personaje te sentías como si lo fueras. Esto te daba fuerza y los miedos se hacían más pequeños. GRACIAS EDUARDO, POR TANTO.

Eduardo era tímido y a veces pasaba desapercibido, pero si lo buscabas, siempre, siempre lo encontrabas. Nunca tenía prisa cuando alguien quería hablar con él. También decía que nunca había dado de baja a un amigo, si alguno no venía no era por haberlo tachado de la lista. Le gustaba aprovechar el tiempo. Le gustaba mucho leer y decía aquello de que “prefería estar un día sin comer que un día sin leer. Dos sin comer no, porque entonces no podría leer”. Dormía poco. A veces sentado en la cama leyendo se quedaba dormido un rato y luego continuaba. Enrique me contó, que un día se quedó dormido en la ventanilla de un banco. Antes en los bancos no te sentabas como ahora, que hay una mesa, estabas en la ventanilla.

Cuando terminaba un Cursillo le gustaba el cuarto día conocer a los nuevos cursillistas y siempre lo conseguía. Habéis dicho que tenía carácter, pues sí, porque lo que quería lo conseguía. Cuando había hablado con ellos les decía “Hasta el próximo lunes” y luego añadía “si por cualquier cosa no vienes ¿me das permiso para llamarte?”.

Tenía una memoria brillante. Yo un lunes no fui y me llamó, para saber si me pasaba algo, si estaba bien. No te pedía explicaciones, simplemente se preocupaba por los amigos, que eran todos los que querían serlo.

Juan Reyes en una fiesta de Navidad, le dedicó una canción que se titulaba “Amigo” y se la cantó. Nos emocionamos todos, porque realmente esto es lo que era, un amigo.

Yo tuve la ocasión de decirle en vida, “Eduardo, te quiero mucho”, porque había oído a veces a mi hijo que creía que nunca le había dicho a su padre que le quería. Y es verdad que las cosas han de ser en vida. De cuantas cosas nos arrepentimos de no haberlas hecho. Yo tuve la ocasión y se lo dije más de una vez. Se lo sigo diciendo.

Ya lo han dicho, pero es cierto, cuando le preguntabas “Eduardo ¿cómo estás?” y respondía “Ahora que te veo bien”. Cuando ya le tuve más confianza le dije “Pero es que tu esto se lo dices a todo el mundo” y él me contestó “Si, pero es verdad”. Al final, ya no decía “bien”, sino “mal gracias a Dios”.

Tuvo un herpes que le dolía mucho y los hombres cuando se saludan con un abrazo, se dan palmaditas y él se ponía la mano porque le dolía y yo le dije “tendrías que llevar el brazo en cabestrillo por lo menos la gente se daría cuenta y no te achucharían tanto” y no lo hizo. En el 2000, fuimos a Roma a la Ultreya Mundial y estuvo malito. Con medio plátano, tuvo que aguantar todo lo que le vino después. Imaginaros con gente que venía de por todo el mundo, los achuchones que recibió pobrecito. Cada año, cuando se cumplía la fecha de que le comenzó el herpes, lo celebraba con ensaimada y chocolate con sus hermanas en Can Joan de S’Aigo, lo que decía mucho de su sentido del humor.

Le gustaba el helado de almendra, los cuartos, el arroz a la cubana, la tortilla de patata. En casa cuando comemos tortilla de patata le digo a Enrique “¿te acuerdas de alguien?”.

Era un hombre sencillo. Cuando iba de viaje llevaba galletas Quely, porque muchas de las comidas de allí no le gustaban y si le preguntabas “Eduardo, a ti ¿qué te gusta para comer?” respondía “las cosas buenas”.

Una vez de mayor se cayó por la calle y una señora le ayudó. Era lunes al atardecer y él la invitó para que viniera a la Ultreya y la señora vino y él dijo “ha valido la pena caerme, solo para que esta señora tenga la ocasión de conocer la Ultreya”.

Yo tuve una papelería de barriada durante 25 años. No era muy grande y tenía muchas cosas, juguetes, bolsos, artículos de regalo, … tanto tenía que hasta colgaba por el techo. Él vino a verme y le encantó y me dijo “¡Esto es el Corte Inglés!” y luego cuando me veía me lo repetía.

Tuve mucha suerte, porque los últimos años le acompañé con mi coche a la Ultreya, ya le costaba mucho caminar. Teníamos que pasar por la calle de detrás que es ACIRE y tenías que pulsar un botón para que retiraran el pilón, dar todas las explicaciones… y aun así no te abrían, así que yo a veces cuando pasaba un vecino, aprovechaba y pasaba detrás y le decía “Eduardo, un día quedaremos subidos en el pilón” y él se reía. Todo le divertía. Cuando regresábamos de la Ultreya le decía “Eduardo, que gentío que había hoy. Cuanta gente” y el respondía “Yo me he fijado en los que no estaban”.

Siempre tenía esas frases que te hacían reflexionar. Cuando te sentías mal por alguna cosa que pasaba entre amigos, etc… y le decías “yo no sé qué hacer, si le llamo, si le digo, si le hago…” y él siempre decía “Cuando tengas dudas hazlo y si luego ves que has medito la pata, intenta sacarla con elegancia”. También decía que todos tenemos algún surco al que no llega el agua, gracias a Dios esto nos iguala.

En su libro de “Reflexiones II” Eduardo dice “El hombre se revela más y mejor en sus reacciones que en sus acciones. Su manera de reaccionar ante un éxito, un fracaso, un acontecimiento, evidencia como es la persona. Más importante pues que la acción es la reacción que se produce en el interior de la persona”. Tenemos entre nosotros un ejemplo muy claro que es Tomeu Arrom.

Como os he dicho tenía un gran sentido del humor. Se reía de todo. Le gustaba ir en autobús, ir al Corte Inglés para mezclarse con la gente efectivamente. Enrique me cuenta que le dijeron cuando seas mayor te iría bien una casita en el campo, tranquilo, sin ruidos… y él contestó “A mí me gusta la ciudad, la gente y los ruidos”.

Decía que un cristiano tenía que estar contento, satisfecho nunca. Yo estoy contenta y satisfecha también de haberle conocido.

También me encanta cuando me cuenta Enrique que Eduardo decía que cuando se hace balance entre amigos es que la amistad se liquida. Tenía tantas frases célebres. Como lo de que lo que estando bien puede estar mejor, que estar en Gracia es mantener la amistad con Dios y con los hermanos porque siempre iba a la persona. Que lo que queríamos al principio y que queremos aún, es que la libertad del hombre se encuentre con el espíritu de Dios. El evangelio que no pasa, ni pesa, ni pisa. La cercanía no crea amistad, pero la amistad crea cercanía.

Durante muchos años pude ir a misa los miércoles a las 7’30. Antes era en Santa Eulalia, ahora en Capuchinos. Después nos reuníamos en un bar a tomar un café y allí nos hacíamos más amigos. Eduardo no paraba, le dábamos el sobrecito del azúcar o del descafeinado y nos hacía una pajarita. Estas son pajaritas hechas por él, que han estado entre sus manos y ahora os prometo que están en mi corazón. A veces no le daba tiempo hacer para todos, por eso siempre traía algunas hechas de su casa. Nadie se iba sin la pajarita. También lo hacía después de las mañanitas y demás encuentros.

Decía aquello de que “La persona es un proceso de procesos procesándose”, “Donde miras que no admiras”, y es que ¡a veces tenemos tantas cosas que no valoramos! Igualmente afirmaba que “Que ahuyentar el miedo a veces es encender la luz”, porque puedes estar en un cuarto muerto de miedo a oscuras, enciendes la luz y ves que tu miedo era injustificado. Que “las personas tienen valor y las cosas precio”.

Como os he dicho, me permitió los últimos años ayudarle y esta fue la cercanía que yo tuve con él. A lo último ya le costaba, y yo le cogía del brazo y la mano porque ya no podía. La primera vez que fui a ayudarle a subir los escalones de Santa Eulalia y me dijo “no, no, no yo todavía estoy bien”.

Aquí tengo unas fotos que hizo Elisa, la madre de Ramón y son las últimas mañanitas a las que vino y también tengo otras fotos durante las mañanitas cuando fui de rectora.

Ya os he dicho que he tenido mucha suerte. Alguna vez he oído que podía ser un poco machista y es posible que sí, tenía la influencia propia de la educación de su tiempo, pero a mí me dejó que me acercara.

También tengo fotos de la boda de Ramón, y otras en un homenaje que le hicieron a D. Antonio Pérez.

Podríamos hablar mucho más de él y de muchas cosas, pero yo creo que es más de los mismo. Ver que era una persona sencilla, una persona a la que le gustaba la gente, que se preocupaba por la gente, que le interesaba muchísimo cuando hacía alguien el cumpleaños o hacía tiempo que no veía y no le podía llamar, averiguaba quién le conocía para saber si le ocurría algo… Todo esto ha sido su vida, el vivir para la gente. Y a cualquiera que se quisiera acercar a él, por mucho trabajo que tuviera nunca decía que no.

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