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4/MAR/2025
La fe y la verdad
Este artículo explora la relación entre la fe y la verdad desde una perspectiva cristiana, resaltando cómo Jesucristo encarna la verdad última. A través de los Cursillos de Cristiandad, se enfatiza la importancia de transmitir esta verdad con obras, oración y amistad.

Decimos: "tengo fe en este medicamento", "confío en esta persona", "me fío de mi amigo", "este documento está avalado por un fedatario público", "sé que mis compañeros no me abandonarán", "este juez es justo", "esta escalera es segura", "los datos han sido sancionados por una auditoría", "hay evidencia científica", y así, siempre. Vivimos de la fe.

Sin fe no se puede vivir, pero la cuestión está en acertar. Si escogemos mal o tenemos mala suerte, el otro nos puede engañar. Por tanto, estamos obligados a tomar precauciones. El ejemplo más flagrante es el de la actual crisis económica. Todos los importantes del mundo occidental confiaban en esta falacia inmoral: "sin dinero, pidiendo dinero prestado y especulando, se puede uno hacerse rico legalmente". Veían al vecino que se estaba enriqueciendo a pasos agigantados y ellos no se podían quedar atrás. Y los gobiernos de los países más adelantados no podían conformarse con un crecimiento reducido, era necesario entrar en una gran burbuja de expansión sin límites. Solo los países sin derechos sociales y con una maquinaria estatal de guerra habían podido ahorrar. Pero no es éste el tema central de lo que quiero escribir ahora.

Si la fe se corresponde con la verdad podemos comprobar que hemos escogido el buen camino. Pero ¡cuánto sufrimos cuando comprobamos que nosotros o un ser querido ha cogido un camino claramente equivocado!

Pero, vamos más adentro todavía. ¿Qué es la verdad? Ésta fue la pregunta que Pilatos hizo a Jesucristo y que no contestó.

Y, ¿qué es la verdad? Tú puedes coger cualquier diccionario y encontrar varias acepciones, pero ninguna como ésta: la verdad es una persona.

Persona etimológicamente tiene que ver con relación, activa y vital. Por tanto, aparentemente, se separa del juego contrapuesto de "verdadero - falso", que se utiliza para el juicio o proposición del lenguaje común, del jurídico y del científico. Pero, tú me dirás: "si no te explicas más no hay quien te entienda". Intentaré explicarme.

Hay una premisa fundamental que hay que aceptar: "la especie humana es diferente a los animales, no solo porque los humanos razonan, sino porque estos tienen sentimientos responsables y trascendentes. Incluso aunque estos no aparezcan, porque los humanos estén inconscientes o en estado embrionario, en sí mismos son también espíritus que hay que respetar". Si no se acepta esto, apaga y vámonos. Pero, a pesar de todo, sigamos. Entremos en el meollo de nuestro tema: los individuos de la especie humana son personas. Y tú podrás argüir ¿es una persona un embrión? Y yo te contesto, utilizando una palabra ideada por el filósofo Xavier Zubiri, que ese embrión está dotado de "personalidad", que es la base donde se asienta la personalidad. Pero fíjate que estas palabras salen de persona.

He dicho antes que la verdad es una persona, en este caso, máxima. Y ¿quién es esa persona para las otras de todos los tiempos?

Es única. Nadie se había atrevido a decir para todos los tiempos: "Yo soy el camino, la verdad, la resurrección y la vida. El que busca la verdad oye mi voz". Él es pura relación. Todo lo que existe tiene que ver con Él, porque todo está supeditado a Él. Es la Verdad última de todo cuanto existe, y las demás verdades y seres, incluyendo las otras personas, son relativas a Él. Es Jesucristo.

Y ¿por qué no es reconocido por todos los pueblos, culturas, y en toda la historia? Porque el mensaje no siempre se ha trasmitido con el ejemplo de vida de los portadores de esa verdad. La fe sin obras no ha valido, y ahora y en el futuro, no vale para nada. Por eso el mundo está como está.

La Iglesia fundada por Jesucristo es la que lleva esa buena nueva y, dentro de ella, se encuentran, las jerarquías y multitud de órdenes, manifestaciones, movimientos y, entre ellos, los Cursillos de Cristiandad desde 1944, por causa de Eduardo Bonnín y su grupo de colaboradores y seguidores, que se han extendido por los cinco continentes.

La clave de tan gran difusión está en el llamamiento de Jesucristo que transmiten los cursillistas, a través de los días de encuentro y de reuniones posteriores en donde germina la simiente del evangelio. Los cursillistas son laicos, mujeres y hombres adultos de todas las clases sociales, unidos a sacerdotes pertenecientes al clero secular y a diferentes órdenes religiosas en cada ámbito diocesano, los que libremente realizan esta labor apostólica. Esos laicos, en su ambiente normal, buscan que los amigos alejados de Dios, con la ayuda de las oraciones de religiosas, del clero y de otros amigos y familiares, puedan encontrar el camino de Jesucristo.

A través de la amistad, invocando al Espíritu Santo, con humildad y con la práctica de la oración y los sacramentos, extienden la alegría de la buena nueva en muchas sociedades de culturas diferentes que han contactado con el cristianismo.

En Cursillos es fundamental el encuentro personal con Dios entre amigos, para llevar a la vida ordinaria las bienaventuranzas predicadas por Jesucristo, sabiendo que Dios nos ama y que debemos amar a los demás, incluyendo a nuestros enemigos.

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