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4/MAR/2025
Ramón Armengol Rodo
En 1955, asistí a un Cursillo en Mallorca que transformó mi percepción de Dios y la fe. De vuelta en Terrassa, la amistad con cristianos fervientes como Ramón Bassiner y Damián Vidal me ayudó a profundizar en el Movimiento. Aunque mis encuentros con Eduardo Bonnín fueron esporádicos, su carisma y ejemplo marcaron mi vida, enseñándome a enfrentar dificultades con confianza total en Dios. Eduardo encarnaba un cristianismo sencillo y profundo, que sigue inspirando nuestras ultreyas tras más de 50 años.

Eduardo Bonnín en y desde Terrassa

En el mes de marzo de 1955, en el transcurso de una estancia de seis meses en Mallorca cumpliendo el periodo de prácticas de las Milicias Universitarias, asistí a un cursillo.

Descubrí que Dios confiaba en mí, y que lo continuaba haciendo por medio de aquellos que me fueron acompañando a lo largo del camino. Un camino lleno de experiencias bellísimas de amistad, iniciada con unas personas que querían comunicar con su vida la paz que ya gozan en el Señor.

Recuerdos imborrables de Juan Juan de Palma de Mallorca, que me invitó al cursillo, y de Damián Vidal y Ramón Bassiner a quienes conocí posteriormente al regresar a Terrassa. Todos fervientes amigos de Eduardo Bonnín.

Yo no procedía de la Acción Católica como Damián y Ramón, y obviamente no tan sólo no estaba entre los que compartieron con Eduardo la gestación del Movimiento, sino que tampoco formé parte de los que compartieron en su proximidad la aventura posterior, y durante el tiempo que aún permanecí en Palma mis contactos con Eduardo, fueron fortuitos.

Cumplidos los seis meses preceptivos volví a Terrassa, mi ciudad de origen, y allí encontré un grupo de cursillistas de procedencias diversas, pero que querían vivir la Gracia con un fervor entusiasmado y entusiasmante. Y fue en aquel clima que empecé a comprender la magnitud del proyecto del movimiento de CC.

Ramón Bassiner había asistido en agosto de 1946, junto con otros treinta y seis jóvenes de Acción Católica de Terrassa, a un Cursillo de Dirigentes en Palma de Mallorca, en el que Eduardo Bonnín había expuesto el rollo "Estudio del Ambiente y Técnica Apostólica", que contenía las ideas que originaron y permanecen vigentes en los cursillos.

Aunque seguramente la admiración ya venía de antes, de cuando se preparaba la peregrinación a Santiago (1), Ramón había quedado profundamente impresionado por tanta hondura y tanta sencillez al mismo tiempo, mantenía una ilusionada correspondencia con Eduardo, y aunque aparentemente era una persona tranquila, vivía los avatares de aquellos primeros cursillos con mucha pasión, amasada con humor, lo que motivó que Francisco Forteza en "Historia y Memoria de Cursillos" lo hiciera acreedor a figurar entre los fundadores de cursillos.(*) La cristiana personalidad de Eduardo iba marcando en él una profunda huella que alcanzaba a todo el grupo ya que Ramón compartía con nosotros los contactos que ambos mantenían.

Damián, que era natural de Menorca era una persona sorprendente, muy activo, capaz de mover todo lo movible y con una humanidad que le conectaba con todo el mundo. Ejercía de director de escuela, buen comunicador. vehemente, y capaz de inspirar confianzas sin reservas.

Ramón y Damián eran unos cristianos consecuentes, con una dedicación total a los cursillos, empeñados en vivir a tope su piedad, su estudio y su acción. En el clima de aquella auténtica amistad todo era contagioso, y de una manera especial la admiración que ellos sentían por Eduardo.

Al principio a mí me extrañaba que el ardor apostólico que conquistaba a unos provocase tantos recelos en otros, pero así era. Y así fue como sin tener la posibilidad de dar cursillos por las trabas existentes, se montó una escuela de dirigentes, que, a lo largo de más de tres años, nos impulsó a profundizar el método y la mentalidad, y a estar preparados para cuando fuese necesario. El primer cursillo de Barcelona se dio en 1959.

En aquellas circunstancias fueron providenciales la solicitud y el aliento de Eduardo. En algún viaje esporádico a Mallorca conseguíamos copias al carbón, o sacadas en "multicopista" de escritos fundamentales. En estos formatos tuvimos entre otros muchos documentos, el primer conocimiento de "Vertebración de ideas", que nos supuso una base inestimable desde donde aclarar criterios y despegar inquietudes.

Pasábamos muchas horas explorando el dinamismo que se desprendía de la "vivencia de lo fundamental cristiano”, ya que para muchos de nosotros era una experiencia llena de posibilidades nuevas y cuando nos encontrábamos en una encrucijada llamábamos a Eduardo por teléfono, a veces a horas intempestivas, y lo encontrábamos siempre con su proverbial cordialidad dispuesto a aclararlo todo como quien no sabe nada.

Guardo con gran aprecio papeles de aquel tiempo, pero aún es más profunda la huella que me dejaron algunos gestos. Como cuando en 1956, apareció la Pastoral del Dr. Enciso, que ordenaba suspender la actividad del Movimiento de Cursillos en Mallorca, creo recordar que fue Damián que le preguntó a Eduardo: “.- ¿Y ahora qué vas a hacer?" a lo que este le contestó:".- Pues obedecer porqué si el que tiene que obedecer no obedece, el que manda creerá que si las cosas van mal, no es porqué él manda mal, sino por qué no es obedecido."

La actitud de Eduardo nos abría perspectivas nuevas en la manera de encarar toda la vida, los contratiempos y las situaciones agradables, ya que él lo enfocaba todo desde una confianza total en Dios y en la persona. En cada persona. Esto se hizo particularmente patente en la ilusión que cultivaba y en el ánimo que infundía a Maite y a Margarita, y que fueron tan determinantes en todo el proyecto y celebración del primer cursillo de mujeres en 1958.

Vinieron después los cursillos en África, concretamente en Guinea. Toda la Ultreya de Terrassa estaba pendiente de aquella misión coordinada en gran parte con la excitada responsabilidad de Damián, y el entusiasmo del P. Casaldáliga en contacto con un Eduardo ilusionadísimo con el proyecto. La celebración del primer cursillo en 1960 no fue un hecho aislado, el empuje apostólico llegó a Canarias, alcanzó también los cursillos de mujeres y con la colaboración de José M.ª, Maite, Margarita y Antonia logró un movimiento expansivo y la constatación esperada y esperanzada de Eduardo de que lo esencial de los cursillos llegaba al núcleo de cada persona, con independencia de sus condicionamientos, de raza, de sexo o de posición social.

Entre una cosa y otra, Eduardo vino varias veces a Terrassa. Su presencia era el eje de unas veladas en domicilios particulares con cursillistas apretujados, expectantes, en las que, además de contestar nuestras preguntas, nos contaba cosas y más cosas, de las que tenía dentro y de las que pasaban fuera y nos situaba en un mundo ilusionado de simplicidad y eficacia. Eran sesiones de sencillez que nos devolvían la ilusión a veces empañada por el polvo del camino, y a veces por atosigamientos inoportunos.

En junio de 1963, tuvo lugar en La Selva del Camp, en Tarragona, el primer cursillo de cursillos, o sea un cursillo para dirigentes. Yo llevaba ya ocho años de cursillista, creía haber visto bastantes cosas y acudí algo agobiado por la responsabilidad. Y nuevamente Eduardo me sorprendió con una visión confiada, y comprensiva, rebosante de ingenio y sentido común, que lo allanaba todo. Era la fe que cuando lo es se manifiesta en todo, empezando por lo presente, lo cotidiano, la naturalidad ante lo imprevisto. Una de las noches se producía un conato de incendio en los alrededores de la casa en que se celebraba el cursillo, y Eduardo llegaba el primero al lugar del incidente. Si había que acomodar una variación al programa nos consultaba con auténtico interés nuestro parecer, ya que tal como lo había explicado en un rollo, el rector era solo uno más del grupo. Y todos los detalles que convertían la convivencia en una experiencia preciosa - lejos de la realización minuciosa, abrumada y abrumadora de un esquema - no eran el cumplimiento de una norma o la aplicación de un método, sino el afloramiento de una actitud de consideración a la persona, largamente ejercida.

Estos pormenores, señas de identidad del ser cristiano, me dejaron una huella profunda, seguramente por la misma razón que muchas veces un detalle inolvidable ha bastado para evocarme un paisaje.

En un encuentro de cursillos celebrado en la península, se había invitado a Eduardo para exponer el rollo de fondo, pero antes pudo escuchar como un joven ponente iba desgranando con gran memoria y exactitud, como cosa propia y en alrededor de una hora, una detrás de otra, una retahíla de ideas de Eduardo Bonnín, hilvanada para el caso. Terminado el tema, se pedía la resonancia de los distintos grupos asistentes, y hubo un momento de expectación cuando el moderador solicitó la opinión de un cursillista de Mallorca, ya que el único representante de la isla que estaba presente era Eduardo, que se levantó y en su afable tono habitual dijo: “. - Creo que todo esto está muy bien, con tal de que no estorbe". Era una de las aparentemente sencillas reflexiones de Eduardo, con esta capacidad tantas veces mostrada, de encontrar la palabra justa, esta que ilumina sin vencer y sin herir.

Los encuentros con Eduardo han sido como un cosido con puntadas largas, pero han significado mucho más que un rosario de recuerdos entrañables, de cursillos de cursillos y de convivencias. Nuestra ultreya con más de cincuenta años de vida, no tan solo le debe a Eduardo obviamente su nacimiento, sino también el haber podido gustar la hondura y la simplicidad del Evangelio encarnado con un estilo exento de agobios innecesarios.

En nuestro grupo acudimos a menudo al pensamiento de Eduardo y particularmente a esta síntesis prodigiosa que Eduardo y Xisco nos regalaron con el título de "Evidencias olvidadas", y redescubrimos una y otra vez como sus verdades simples y profundas, libres de añadiduras, continúan siendo la pista de lanzamiento de nuestras nuevas posibilidades.

Ramón Armengol 11.2009

(1). Francisco Forteza. Historia y Memoria de Cursillos. Pág. 15. 1ª edic. febrero 1992

(2). Id.Id. Pag. 74 Id.Id.

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